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Voto de Javier Moreno:
6
6,2
12.661
Drama
En 1956, la joven actriz Marilyn Monroe (Michelle Williams) llega a Inglaterra para protagonizar con Sir Laurence Olivier (Kenneth Branagh) la película "El príncipe y la corista". Colin Clark (Eddie Redmayne), un joven de 23 años con buenos contactos, consigue un trabajo como ayudante de producción y es testigo del choque de egos y la tensa relación entre Olivier y Marilyn durante el rodaje. (FILMAFFINITY)
21 de noviembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La figura de Marilyn Monroe fascina a demasiados como para elaborar una obra definitiva. Probablemente por eso se atreven a rodar pasajes interesantes de corta duración en su vida, pero no una elaborada caracterización de la obra donde se expliquen todos los secretos que envuelven el mito. Yo, sinceramente, no querría ver desvelados más que unos pocos, adoro el misterio de sus actuaciones.
Lo que se cuenta en este leve y ameno drama es la breve influencia de Colin Clark en la vida de la tentación rubia. Hastiado de su familia, elige emprender su vida en su pasión, la industria cinematográfica. Su ilusión (y capacidad adquisitiva) le hacen colocarse allá donde los acontecimientos se suceden, en medio de una película, La Película. Como ayudante, o "correveydile", se convierte en espectador de primera mano de lo que ocurre en escena. La llegada de Marilyn desbarata los intereses de fama del director, un Laurence Olivier que pretende el estrellato. Frágil y con una ayudante estricta, se presenta tarde y sintiéndose una extraña. Todos la admiran, incluyendo a Colin, que siente una atracción más que profesional, y que descubrirá al ser empujado hacia la espiral que la misma estrella provoca.
El amor por el cine lleva al protagonista a donde haga falta. Ingenuidad frente a peces gordos que, según muestra esta película, todavía no sabían muy bien dónde se metían con esto de filmar. En la presentación mezcla color y sepia para ambientar tonalidades y rescatar lo que significaba Marilyn. Pero no comete el error de mostrarnos a la verdadera, por no estropear la caracterización. Michelle Williams es encantadora, ya me he declarado enamorado varias veces, pero admito que aquí no veo lo mejor de ella. Me gusta mucho más verla haciendo de sí misma que interpretando un personaje que no puede personalizar. Y además se trata de una diva, lo que dificulta el ponerse a la altura. Sin embargo no está nada mal y saca un papel verdadero y fiel, con gracia y oscuridad. La pobre Marilyn sufría un enfrentamiento por seguir "el método". Los que en esa época tomaban a Stanislavski como patrón de interpretación no eran muchos, y a Laurence lo traía por un camino trágico. Él estaba casado con la gran Vivien Leigh, que tras trabajar con Elia Kazan también había experimentado lo que significaba hacerse cargo de los sentimientos del personaje. Atormentaba a su marido con la posibilidad de no ser el mejor actor y director y él, lleno de ego, no aceptaba el don mágico de una actriz como Marilyn. Finalmente lo hizo.
Por su parte, la rubia se acababa de casar con Arthur Miller, posiblemente el mejor escritor del momento, pero el artista y magnate no podía convivir con la desequilibrante actriz. Sin embargo la influyó tanto que, tras su paso en su vida, veríamos a la mejor Marilyn. Y es que tras un afamado personaje, suele encontrarse una maravilla humana capaz de verdadero arte. La creación, en muchos casos, viene dada en manos, boca, ojos o curvas de otros. Marilyn Monroe, cuyo nombre es meramente artístico dejaría huella tras la película que trataban de rodar, "El príncipe y la corista", no sólo por desempeñar un papel con una pasión inolvidable, sino por haber conseguido con ello que el egoísta Laurence quedara a la altura del betún por menospreciar el encanto natural. No creía en las verdaderas actuaciones y ella le hizo ver, con un papel soberbio, que la grandeza de las películas estaban muy por encima de la mera producción en cadena. No sólo necesitaba a los mejores, sino que debía conseguir lo mejor de ellos. Al parecer, lo consiguió gracias a la ayuda, y el corazón roto, de Colin Clark, quien levantó el ánimo a la deprimida Marilyn y pasó una semana con ella envueltos en secretos y huidas que muchos, como es entendible, envidiaban y querían ver acabado.
La banda sonora maquilla y arregla ciertos momentos para que las apariciones se asemejen a una diosa, algo que a mi parecer no debió pasar en aquel momento. O eso quiero creer. Lo que sí me gana es que los mejores momentos de la cinta transcurren al asistir a proyecciones, ahí tocan mi fibra sensible. Bueno, y que Marilyn leyera a Joyce sabiendo que no podía haber nada mejor en su vida que un Ulises.
Los trastornos personales se hacen cargo de la segunda parte y eliminan otro atractivo más que el de saber qué le ocurre a la nena. Para ello, los planos se vuelven monótonos, contenidos, muy británicos, sin verdadero amor. Marcando los ojos muy azules, más claros de lo que yo creía, tal vez con la intención de no ver a Williams y ver a Monroe. Como digo, postales inglesas con ciudades y parques de una luz primaveral que no se asoma a Bertolucci, como sin alma. Sin el encanto de la verdadera locura. Sólo en una escena, cantando en la bañera, consiguen un momento idílico, cinematográficamente hablando. Se mete de lleno en un momento entrañable, que es lo más difícil, y vemos cómo Colin se enamora de Marilyn siendo seducido sin querer por un canto de sirena.
Pero vuelven los problemas, con la inestabilidad emocional como principal síntoma, y los consejos sobre el amor constantemente para remarcar que lo que está sucediendo es una tragedia de Sófocles y muchos ya conocen el final. Pero no hace falta. Se separa a Norma de Marilyn e intentan mostrarnos la persona, pero sólo vemos el personaje. Su pasado oscuro no se queda más que en una superficial descripción. Eso sí, una vez que ha roto el corazón al pobre Colin, podemos decir que "siempre nos quedará París", digo el cine. Siempre nos quedará seguir formando parte de la fábrica de sueños.
Sigue abajo, sin spoiler (por falta de espacio).
Lo que se cuenta en este leve y ameno drama es la breve influencia de Colin Clark en la vida de la tentación rubia. Hastiado de su familia, elige emprender su vida en su pasión, la industria cinematográfica. Su ilusión (y capacidad adquisitiva) le hacen colocarse allá donde los acontecimientos se suceden, en medio de una película, La Película. Como ayudante, o "correveydile", se convierte en espectador de primera mano de lo que ocurre en escena. La llegada de Marilyn desbarata los intereses de fama del director, un Laurence Olivier que pretende el estrellato. Frágil y con una ayudante estricta, se presenta tarde y sintiéndose una extraña. Todos la admiran, incluyendo a Colin, que siente una atracción más que profesional, y que descubrirá al ser empujado hacia la espiral que la misma estrella provoca.
El amor por el cine lleva al protagonista a donde haga falta. Ingenuidad frente a peces gordos que, según muestra esta película, todavía no sabían muy bien dónde se metían con esto de filmar. En la presentación mezcla color y sepia para ambientar tonalidades y rescatar lo que significaba Marilyn. Pero no comete el error de mostrarnos a la verdadera, por no estropear la caracterización. Michelle Williams es encantadora, ya me he declarado enamorado varias veces, pero admito que aquí no veo lo mejor de ella. Me gusta mucho más verla haciendo de sí misma que interpretando un personaje que no puede personalizar. Y además se trata de una diva, lo que dificulta el ponerse a la altura. Sin embargo no está nada mal y saca un papel verdadero y fiel, con gracia y oscuridad. La pobre Marilyn sufría un enfrentamiento por seguir "el método". Los que en esa época tomaban a Stanislavski como patrón de interpretación no eran muchos, y a Laurence lo traía por un camino trágico. Él estaba casado con la gran Vivien Leigh, que tras trabajar con Elia Kazan también había experimentado lo que significaba hacerse cargo de los sentimientos del personaje. Atormentaba a su marido con la posibilidad de no ser el mejor actor y director y él, lleno de ego, no aceptaba el don mágico de una actriz como Marilyn. Finalmente lo hizo.
Por su parte, la rubia se acababa de casar con Arthur Miller, posiblemente el mejor escritor del momento, pero el artista y magnate no podía convivir con la desequilibrante actriz. Sin embargo la influyó tanto que, tras su paso en su vida, veríamos a la mejor Marilyn. Y es que tras un afamado personaje, suele encontrarse una maravilla humana capaz de verdadero arte. La creación, en muchos casos, viene dada en manos, boca, ojos o curvas de otros. Marilyn Monroe, cuyo nombre es meramente artístico dejaría huella tras la película que trataban de rodar, "El príncipe y la corista", no sólo por desempeñar un papel con una pasión inolvidable, sino por haber conseguido con ello que el egoísta Laurence quedara a la altura del betún por menospreciar el encanto natural. No creía en las verdaderas actuaciones y ella le hizo ver, con un papel soberbio, que la grandeza de las películas estaban muy por encima de la mera producción en cadena. No sólo necesitaba a los mejores, sino que debía conseguir lo mejor de ellos. Al parecer, lo consiguió gracias a la ayuda, y el corazón roto, de Colin Clark, quien levantó el ánimo a la deprimida Marilyn y pasó una semana con ella envueltos en secretos y huidas que muchos, como es entendible, envidiaban y querían ver acabado.
La banda sonora maquilla y arregla ciertos momentos para que las apariciones se asemejen a una diosa, algo que a mi parecer no debió pasar en aquel momento. O eso quiero creer. Lo que sí me gana es que los mejores momentos de la cinta transcurren al asistir a proyecciones, ahí tocan mi fibra sensible. Bueno, y que Marilyn leyera a Joyce sabiendo que no podía haber nada mejor en su vida que un Ulises.
Los trastornos personales se hacen cargo de la segunda parte y eliminan otro atractivo más que el de saber qué le ocurre a la nena. Para ello, los planos se vuelven monótonos, contenidos, muy británicos, sin verdadero amor. Marcando los ojos muy azules, más claros de lo que yo creía, tal vez con la intención de no ver a Williams y ver a Monroe. Como digo, postales inglesas con ciudades y parques de una luz primaveral que no se asoma a Bertolucci, como sin alma. Sin el encanto de la verdadera locura. Sólo en una escena, cantando en la bañera, consiguen un momento idílico, cinematográficamente hablando. Se mete de lleno en un momento entrañable, que es lo más difícil, y vemos cómo Colin se enamora de Marilyn siendo seducido sin querer por un canto de sirena.
Pero vuelven los problemas, con la inestabilidad emocional como principal síntoma, y los consejos sobre el amor constantemente para remarcar que lo que está sucediendo es una tragedia de Sófocles y muchos ya conocen el final. Pero no hace falta. Se separa a Norma de Marilyn e intentan mostrarnos la persona, pero sólo vemos el personaje. Su pasado oscuro no se queda más que en una superficial descripción. Eso sí, una vez que ha roto el corazón al pobre Colin, podemos decir que "siempre nos quedará París", digo el cine. Siempre nos quedará seguir formando parte de la fábrica de sueños.
Sigue abajo, sin spoiler (por falta de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mucho encanto cobra una cara angelical, casi por encima de todo el elenco. No por su actuación sino por su delicadeza, su tranquilidad y su no necesidad de triunfar. Una más madura Emma Watson podría haber sido una gran baza para Colin, pero comandado por la atracción de la rubia, nada puede impedir que sea arrastrado, y con ello también la posibilidad de conquistar a la joven encargada de vestuario. Pero a mí gusta volver a ver los momentos en que aún no se conocen y se miran a escondidas.
No sé si por la brevedad, por el ineficaz trato de niña prodigio o por su marcado estilo sobrio, pero no consigue ser más que una obra más que podría haber aupado a Michelle Williams al Oscar de no haberse presentado la dama de hierro. La película se disfruta, pero sin tensiones ni vértigos. Aceptable reparto de papeles y un gran elenco.
Lo que finalmente convence, y en eso la mente fría de un británico lo hace muy bien, es el discurso de huella pretendida. Dejo varias frases que describen bastante bien la película, y también aquello a lo que va dirigida, a la realización de cine.
"No dejarán un solo rastro. Somos la sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se circunscribe con un sueño." Que aunque no se acerca a "las naves ardiendo más allá de Orión", resulta muy adecuado para el momento en el que se dice, y quién se lo dice a quién.
"Creo que dirigir una película es el mejor trabajo que se puede tener", pobre pero sincero relato de lo que uno experimenta al producir un movimiento en el arte.
Marilyn decía en "El príncipe y la corista", y se ve en esta otra película, "Me voy a enamorar de ti, porque es lo que siempre me pasa", y podría decir que estoy completamente de acuerdo. Siempre que me siento en una butaca ya sé que me enamoraré, no sé si de toda la película o tal vez sólo de algún momento, pero es lo que siempre me pasa. Es esa "black magic called love".
Y es que maduramos un poquito con cada experimentación, con cada avance sensible. Por eso al terminar de ver la película, sea cual sea, siempre nos podrán decir "Creciste 5 cm. desde la última vez que te vi".
No sé si por la brevedad, por el ineficaz trato de niña prodigio o por su marcado estilo sobrio, pero no consigue ser más que una obra más que podría haber aupado a Michelle Williams al Oscar de no haberse presentado la dama de hierro. La película se disfruta, pero sin tensiones ni vértigos. Aceptable reparto de papeles y un gran elenco.
Lo que finalmente convence, y en eso la mente fría de un británico lo hace muy bien, es el discurso de huella pretendida. Dejo varias frases que describen bastante bien la película, y también aquello a lo que va dirigida, a la realización de cine.
"No dejarán un solo rastro. Somos la sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se circunscribe con un sueño." Que aunque no se acerca a "las naves ardiendo más allá de Orión", resulta muy adecuado para el momento en el que se dice, y quién se lo dice a quién.
"Creo que dirigir una película es el mejor trabajo que se puede tener", pobre pero sincero relato de lo que uno experimenta al producir un movimiento en el arte.
Marilyn decía en "El príncipe y la corista", y se ve en esta otra película, "Me voy a enamorar de ti, porque es lo que siempre me pasa", y podría decir que estoy completamente de acuerdo. Siempre que me siento en una butaca ya sé que me enamoraré, no sé si de toda la película o tal vez sólo de algún momento, pero es lo que siempre me pasa. Es esa "black magic called love".
Y es que maduramos un poquito con cada experimentación, con cada avance sensible. Por eso al terminar de ver la película, sea cual sea, siempre nos podrán decir "Creciste 5 cm. desde la última vez que te vi".