Una plaga se extiende continuamente y de manera creciente entre los seres autodenominados humanos. Así como el mercurio deja rastro de todo lo que toca, nuestra herencia cultural está plagada de esa determinación tóxica (no radioactiva) que nos permite y nos obliga a actuar cruelmente.

En "The Cove" se destila un sabor agrio de la dulce sensación familiar de animales en cautiverio. Nos introduce de lleno en las razones para el maltrato animal, aunque descuida las razones para su consentimiento. Que ocurra lo que vemos en este estremecedor documental sólo depende de la cantidad de entradas a zoológicos, parques de animales, aquariums y demás memeces edulcoradas.

Aunque sin sorpresa, la cinta transcurre con paso firme hacia el interés emocional y hacia la trama que yace tras el interés económico y nada más que económico (no cultural). Se percibe pasión por los animales, y eso no conlleva traerte a casa a la jirafa, loro, serpiente o perrito que "te" parezca más mono, sino más bien lo contrario, permitir su vida en libre acción para un verdadero disfrute en su observación (en todo caso).