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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
7
Las alas de la vida
2006 España
Documental, Intervenciones de: Carlos Cristos
7,9
3.090
Documental El médico Carlos Cristos, que a sus 47 años padece una enfermedad terminal, llama a un director de cine amigo suyo y le propone que registre su lucha por vivir y morir dignamente, sin dramatismo, y "si es posible con una sonrisa", acompañándolo en el tránsito entre la vida y la muerte. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2012
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En la isla de Palma de Mallorca, Carlos Cristos trabaja como médico y colabora con Radio Nacional de España ayudando y promoviendo buenas conductas en lo tocante a la medicina de familia. Ha sido diagnosticado enfermo y sabe que su vida tiene un final más o menos marcado. No es una enfermedad común, pero sabe de su característica degenerativa y de lo que le irá ocurriendo con el paso del tiempo y de manera irremisible.

Descubrimos en el documental que su vida recorrió momentos y lugares dignos de recuerdo. También nos metemos de lleno en una familia preocupada y ofrecida al cuidado de los demás con el mejor de los intereses. Aparecen retales y retazos de un pasado que aún suena lejano, algo oscuro y perezoso, pero que no se esconde y se amedrenta por eso. No todo alrededor es de tono pastel, por ello que Carlos no quiera pintarlo como no es. Música, aventura, altruismo y cultura rebosan un ser humano del que muchos podrían, y deberían, aprender más de una lección.

Las cámaras transmiten, fielmente, una bondad que se aprecia en los retratos que sus allegados describen, en las conversaciones sin remilgos que se adentran en profundidades nada banales que muchos dan por perdidas incluso en momentos de gloria.

Y se ve a un hombre enfermo, sólo físicamente, que se duele como todos pero que no pierde honestidad y paciencia, como nadie.

El paisaje es angustioso dentro de la calma, aunque sinceramente entrañable. Uno tiende a enfocar toda su atención a la valentía. Tal vez con la esperanza de mejorar al verse cerca de un ejemplo de ser humano en diferentes facetas. Pero también hemos de valorar la simpatía, la fidelidad y la amistad con la que sus amigos y familiares se enfrentan a su mismo problema, o a sí mismos. Dignos de elogio todos ellos, no se rinden ante la desesperanza o las frivolidades. Atienden cada paso y lo asumen con la mayor naturalidad posible.
Los trucos de magia están casi prohibidos en un documental, y más en un guión ideado por el propio Carlos, donde debía primar la cara más simple y real de la naturaleza humana, con sus adversarios: la muerte y la destrucción de la propia muerte.

Se trata en esta película del amor, de la paciencia, de la aceptación de la soledad, de la necesaria trascendencia del tiempo y el deterioro de todo cuerpo físico. Pero también se afrontan las necesidades básicas para entender más en profundidad cómo convivir con una situación que sobrepasaría a cualquiera y con el que podemos vivir cuando toca. Y también se ubica en un debate que, sin ser a propósito, toca flecos mediáticos como la muerte digna, la vida asistida, la eutanasia o los designios de Dios. Y sin embargo donde me quiero parar a analizar es en lo que Carlos, por defecto profesional, da por supuesto, y donde a mí me surgen las dudas.

Este debate es el que podríamos denominar "dualismo vs órgano". Mayormente entendido el cuerpo como un conjunto de pequeñas máquinas comandadas por un cerebro, Carlos Cristos (y perdonen esta simplificación) nos explica que su cuerpo se está estropeando pero que su cerebro sigue funcionando. Eso lo dice porque sigue sintiendo los mismos impulsos y reacciones que antes, aunque no se vea reflejado en su cuerpo. Pero a mí me parece que un cerebro y el resto del cuerpo físico no pueden contarse, entre seres humanos, como dos partes sólo entendidas como "conectadas". Tal vez sea más oportuno pensar que de algún modo cerebro y cuerpo, sin ser dos partes independientes, están en continua interacción, como el resto de órganos entre sí, y que se dan forma uno al otro con el paso del tiempo y de la experiencia sensible y también intelectual. Por eso creo que lo que experimenta Carlos no es más que un desfase entre lo que su cerebro pensaba que todo su cuerpo (incluido el cerebro mismo) era tiempo atrás, pero que con el paso del tiempo se configuraría de nuevo tal y como el cuerpo fuera enseñándole, y del mismo modo el cerebro iría volviendo a conformar al cuerpo en función de sus demandas. Aunque claro está que hay más factores adicionales, sobretodo el hecho de que una enfermedad está actuando con mayor rapidez de lo que los elementos conformantes pueden hacer.

Pero no quiero con esto robarle razón alguna a nuestro protagonista, sino poner sobre la mesa esta otra posibilidad que no me parece disparatada. De hecho, podría decir que un médico, además culto y emprendedor, con toda seguridad se ha formado con mayor autoridad como hizo él en su vida.

Desde una tierra isleña, pasando por hospitales, hogares y personas, a una Galicia de recuerdo juvenil. Con decoración de viajes, de instrumentos y de composiciones musicales del propio Carlos. Con una historia como la de cualquiera en la que no sobra un momento sin ganas de vivir. Un doloroso y más que tierno documental de obligada visita. El nudo en la garganta no se va más que con el tiempo, y el aprendizaje, pero dura días, tal vez meses.

Y con más fuerza que maña, nos encontramos con todo.

Carlos, en vista de que aún puede enseñarnos una última lección sobre humanidad y medicina (esa parte se la dejo a profesionales, que tal vez no les vendría mal), llama a su amigo Antoni para que grabe en su cámara y en nuestra memoria cómo transcurre un tiempo no muy feliz pero igual de natural que el resto. Para que entendamos la fatalidad nada siniestra ni trágica de la realidad de un enfermo terminal. Y si puede ser, con una sonrisa.
Javier Moreno
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