Hay que apuntar en primer lugar la necesidad de mandar por ahí a la objetividad para poder "ver bien" esta aclamada película de Ford. Si no se consigue tomar esa distancia necesaria sólo veremos a unos cuantos paletos ignorantes alcohólicos, machistas, violentos y ludópatas desfilar sin sentido delante nuestro. Sólo falta que se tenga en serio lo que siempre se ha dicho de Ford y Wayne, en cuanto a su ideología política o su filosofía, y en lugar de pasarlo bien sufriremos con cada minuto de "El hombre tranquilo".

Así que advertido, yo he hecho el ejercicio de ver esta película ajeno a su contenido moralista y he tomado el camino que lo rodea todo para observar desde esa distancia el mágico pueblo irlandés al que vuelve Wayne tras hacer las américas. Y lo he hecho a conciencia, igual que nadie se cree la Francia de Amélie, porque es irreal, nadie se debería creer la Irlanda rural que nos presenta Ford. ¿Qué hay de malo en ello? Señalamos lo cruel, lo violento, la realidad asquerosa del día a día y si está bien hecho se aplaude... yo prefiero enfangarme en lo onírico y lo irreal cuando se pregona la buena virtud.

Cuestión de romanticismo...

De manera que tomando esa decisión a conciencia he disfrutado con unos paletos adorables; los malos son tan poco malos que son colegas, el dinero no existe, todo es amistad, buen rollo, en el pub se canta y se baila siempre, ni llueve ni hace frío... insisto en opinar que no hay nada malo en ello. Tampoco llego a creer que sea una obra maestra pero ante la atmósfera que los grandes secundarios son capaces de crear, tan saludable, simplemente me rindo.