Estoy convencido que de no ser por la recomendación de Scorsese esta película surcoreana apenas tendría un puñado de votos. Y no es que crea que tiene muchos, no es que me queje de que Scorsese la señale con el dedo. Yo le he puesto nueve estrellitas en la escala FA pero perfectamente podrían haber sido diez, me dolieron los ojos cuando la vi hace unos días por no haber pestañeado y aún hoy no se va de mi cabeza la espiral de perversidad acelerada de su parte final. Se apuntan cosas como lucha de clases, crítica a la burguesía e incluso misoginia, repleta de detalles y símbolos como el piano o el matarratas. Todo lo bueno que se ha dicho lo suscribo, se trata de un sorprendente hallazgo en el que hasta la música está puesta a la perfección.

Hay que valorar que una vez la película parece que debiera acabar aún le quedan muchos minutos de vueltas de tuerca, es decir, lo retorcido se convierte en más retorcido, lo insano en más insano y en definitiva se alcanzan niveles nuevos de maldad en los cuales ya la locura es la lógica que dicta los movimientos de los desdichados personajes. O no, ta vez sea la lógica más cerrada llevada al extremo, la lógica que te obliga a conservar lo que tienes y no perder el status social alcanzado. Obedecer y callar.

Así que no la recomiendo, ya se ha encargado Martin de hacerlo. Pero caramba, yo le he hecho caso, la he buscado por la red (que para eso está) y menudo bofetón.