Toda la mala suerte que el personaje de Tracy podía tener se concentra en el momento decisivo de una detención funesta que va a marcar su inmediato futuro. Sin ese azar nefasto, no tendríamos película. Antes de ese terrible punto de inflexión, Fritz Lang presenta correctamente a los dos protagonistas que siendo pareja pretenden contraer matrimonio, los contextualiza en tiempo y espacio, los separa tristemente y al volverlos a unir, esa mala suerte interviene para cambiarlo todo. El guión es inmejorable salvo el punto y final, del que habrá que decir algo en el spoiler, lógicamente. Hasta esos momentos inmediatamente anteriores al final, el trato que Fritz Lang hace de temas como la justicia, la conciencia de la masa, la falta de escrúpulos individuales y la venganza, es cosa de maestros. En muy poco tiempo pasan muchas cosas: una detención arbitraria, un (intento de) linchamiento, un juicio... Todo ello en poco más de noventa minutos.

A Fritz Lang no le protestaré apenas nada en su primera película en continente americano, en una época en la que en España sucedían cosas terribles y el resto de Europa caminaba hacia la guerra total, nos enseña lo peligroso que puede ser una multitud si la mecha se enciende, ya sea por casualidad o intencionadamente. No son cosas fáciles de entender, cómo se pueden cometer atrocidades por parte de un grupo de personas e intentar justificarlas (en el juicio) sin complejos. La versión vengativa del personaje de Tracy supone un acto de coherencia humana, la mayoría sí entendemos su posición y su actitud.

Me quedo con lo bueno que tiene, que no es poca cosa. Si la mala suerte tropieza con uno, es imposible escapar.