Que la guerra es muy perra y que su sinrazón lleva a lo peor al ser humano es algo que todos sabemos desde que tenemos uso de razón: allá cuando haya sido que los hombres han decidido resolver sus asuntos con las armas sólo ha habido lugar para la tragedia y las lágrimas. Douglas Sirk se posiciona en el lado lógico, el de señalar un drama, con ciertos elementos para la esperanza como ese almendro en flor, el judío que sobrevive en el corazón de Alemania y, ahora viene lo mejor, el amor, en forma de innegable y verdadero sentimiento nacido entre nuestra pareja de tortolitos.

La película está realizada de forma muy inteligente, aunque como sucede con todas las que nacen de la literatura, posiblemente tendríamos que darle las gracias al texto del que proviene. En todo caso el título de la película, "Tiempo de amar, tiempo de morir", se ajusta a las más de dos horas de deambular de un soldado que consigue un permiso de tres semanas nada menos que después de dos años dándole al gatillo. Sus cicatrices hablan de África, también estuvo en París y ahora que la primavera va llegando, por fin puede volver atrás por el camino hecho, nada menos que en la inmensa Rusia y cuando ya todos saben que la suerte está echada. La descripción psicológica de los soldados es maravillosa, todos saben ya que Alemania ha perdido pero está prohibido manifestarlo explícitamente. En este contexto nuestro soldado vuelve del frente a casa con permiso de tres semanas y ahí es donde la dureza cobra mayor intensidad, en la ciudad bombardeada, con civiles asustados, miles de muertos, desaparecidos, enterrados en sus ruinas...

Douglas Sirk propone una historia de amor que nace entre escombros y bombardeos, nada menos que amor, hasta el altar (civil, auspiciado por el régimen nazi pero casados al fin y al cabo, marido y mujer) y hasta donde la guerra permita. Cuando se les acaba el tiempo él vuelve a pegar tiros al frente porque tiene que acabar la geurra mientras que ella seguirá cobijándose allá donde pueda, a la espera de que todo acabe, con todos los problemas que se tienen en guerra cuando ya está todo perdido. Hasta está preñada, pero lo que le queda es malvivir y poco más.

Por ello el bofetón de Douglas Sirk me ha gustado, porque es realista y porque estas cosas pasaron. Lo que me ha echado atrás es el dúo de enamorados, sus interpretaciones, ellos como actores, por debajo de la altura que una película así precisaba. Qué le vamos a hacer, podría haber tocado el cielo y se quedó cerca.