Es tan mínima la historia que apenas supone un día y medio en la vida de quienes pasan por delante nuestro. Y sin embargo es posible ahondar en el alma de sus personajes, con escasa hora y cuarto de metraje a Budd Boetticher le basta para enseñarnos el duro camino de un vaquero que no es ningún héroe, es sólo un superviviente cuyas virtudes no son más destacables que las de cualquier otro ser humano, alguien que va a la ciudad en caballo y se va de ella a pie porque pierde su medio de locomoción en una decepcionante apuesta. Randolph Scott es más que nunca de carne y hueso, alguien que no se nos muestra hábil con el revólver, es más bien alguien entrado en años que busca cumplir su deseo de trabajar la tierra y ganarse la vida con el ganado. Es uno más en el oeste, no destaca por ser el macho valeroso e infalible de otro tipo de westerns. Y pese a ello, será por la añeja fotografía en color, será por su brevedad o por la valerosa simpleza del guión, "Los cautivos" se ha ganado mi corazón.

El que llega aquí sabiendo un poco de qué va el cine del oeste de Boetticher va a encontrar las razones por las que es reivindicado por cierto sector con buenos motivos, porque el cine de serie B no ha de ser bueno forzosamente por una cuestión de simpatía, sea un western o una película de ciencia-ficción. "Los cautivos" es buena por la dirección, por su dosis de tensión psicológica, por el hecho de extraer tanto de una pequeña historia y por el gran Randolph Scott.

Puede que dentro del extenso territorio que supone este género a Budd Boetticher sólo le pertenezca una pequeña parcela de reconocimiento y que además, "Los cautivos" no esté ni entre las cien películas más destacables. Y pese a su aparente escasa relevancia, es buena porque ofrece un entretenimiento indiscutible.