Encuentro que hay muchos puntos de reflexión en esta película canadiense relacionados con la difícil tarea de educar. Ser profesor no debe ser fácil, dar la cara ante tus superiores, ante los padres y sobre todo, ser eficiente en el trabajo específico y concreto de llevar un grupo de jóvenes por el buen camino. Además de esas responsabilidades el profesor Lazhar arrastra un drama personal que poco a poco vamos a ir conociendo. Echo de menos más concreción en la parte no visible del drama que precede a nuestro protagonista, sabemos que una profesora se cuelga en la misma clase pero no sabremos mucho más. Qué se le va a hacer, la película no es perfecta, no es una obra maestra y al menos a mí me parece que merecíamos más datos por esa parte.

Así que todo el peso de la película es la del profe argelino que se presenta en la oficina de la jefaza y sale de ahí con trabajo. Yo también le hubiera dado el puesto, es alguien entrañable que ya a primera vista transmite buen rollo. Yo sí le he visto chispa, sí le he visto ese punto que va más allá de la presencia. Si la película funciona es gracias a él y desde luego, si ese hombre no te cae bien desde el principio la película fracasará. Para mí, un rotundo sí.

Poco a poco se va metiendo en algún que otro problema, vamos reconociendo mejor a sus alumnos y sobre todo el resultado final es que la valoración no puede ser otra es cine bien hecho. A mí me ha hecho pensar que ser profesor debería estar mejor pagado, sea cual sea el precio, porque sus responsabilidades y las implicaciones de su tarea van mucho más allá del final de la clase. Lo del profesor Lazhar es pura vocación.