El homenaje que se marca aquí Spike Lee es de esos que pocos artistas tienen el valor de hacer por miedos y autocensuras varias, ofrecerle al mundo una parte de tu vida, tus recuerdos tal y como siguen en tu memoria, sin complejos, sin tonterías que te aparten de esa imagen que tienes y al que no le guste que se vaya bien lejos. No sé si me explico, si yo pudiera filmar mi infancia igual iría con cuidado al hablar de alguno de mis hermanos, Spike Lee probablemente pecará de muchas cosas pero a sinceridad y honestidad no le gana nadie.

Son tiempos en los que una niña de apenas diez años salía sola a la calle a comprar y debía enfrentarse a los peligros de la jungla de asfalto, una época que ya no tiene nada que ver con la actual y sólo por eso vale la pena. Spike Lee es con toda seguridad ese niño fan del equipo de basket de su ciudad y que se pierde la final en la que se juegan el campeonato, recuerdos buenos y malos, de unos padres que no paran de gritar, que las pasan canutas para llegar a fin de mes, pagar facturas y tirar para adelante. Recuerdos buenos y malos, de una niña llamada Troy que se pasa una temporada con unos familiares y que echa de menos a su madre, ya ves, cosas universales también, de una familia especial, tal cual quiso enseñarla Spike Lee...

Repito, sin complejos, orgulloso también, con la cabeza alta recordando su pasado. Ojalá pudieran hacer los demás algo así...