El trabajo que realiza Claude Berri acerca de la maldad del ser humano supone un ejercicio potente de contenido bien definido que lamentablemente el tiempo ha arrinconado de forma injusta. Decir que merece más reconocimiento es quedarme corto, no hay más que calidad en su obra. Desde el inicio, con la presentación de los personajes y el lento pero preciso transcurrir en la tremenda historia de dos almas corrompidas por la maldad, inmensos en avaricia y ocupados enteramente por una podredumbre interior. Mientras el inoperante y feísimo Daniel Auteuil aprende a ser malo, su tío Yves Montand lo lleva siendo desde hace tiempo y sabe cómo hacer las cosas para que todo vaya a la perfección. No encuentro otra manera de definir sus respectivas interpretaciones que como brillantes, se colocan en el lado malvado y maquiavélico de las vidas y lo hacen de mil maravillas, mérito de ellos y de Claude Berri por supuesto.

Enseñar el lado malo del ser humano es algo habitual en el cine, pero hacerlo en Francia, en su mundo rural, y con un chepado Gerard Depardieu obstinado en sus objetivos, esto es sencillamente otra cosa. Lo bueno de que esta película guste es que hay una segunda parte, por lo que sé, a la altura de esta primera, es gratificante saber que hay más, que las cosas no acaban así y que estos dos personajillos darán más vida. Los minutos de "El manantial de las colinas" son buenísimos, aunque las putadas (hablando en plata) que le hacen a la familia de Depardieu no nos gusten, es posible afirmar que las cosas son así, que el hombre es un lobo para el mismo hombre y que donde menos te lo esperas hay alguien para ponerte la zancadilla. Triste, desde luego, y real, como real es que la avaricia ajena que a menudo nos rodea también nos fastidia sin saberlo y condiciona nuestras vidas.