Esperaba algo más de Rossellini, aunque quizás no sea totalmente culpa suya y más bien se la debamos dar al todopoderoso tiempo, que sencillamente se ha cargado Stromboli, tierra de Dios. La metáfora sencilla acoge una historia que tiene cierto interés pero su mayor valor seguramente es el de documento histórico. La contextualización y la descripción del lugar y el momento exacto del desarrollo de la película son su mayor virtud, pero no va más allá de esa afinación precisa, ahí se queda. Dicho de otra manera, sólo es en ese 1950 que tiene valor e interés real.

Por otro lado, el drama alcanza aquí su máximo nivel, apenas se ve a la Bergman contenta en ninguna escena, tanto por lo que le rodea como por ella misma. Su desdicha y amargura abrigan actitudes que la hacen despreciable, desde luego, pero opino que ofrece todos los síntomas de una desgraciada y es por eso que es normal ser condescendiente (no sólo por su belleza)

Todo el mundo destaca las escenas de la pesca y de la erupción; yo no.