No es una gran película la que realizó André De Toth, principalmente teniendo en cuenta que sus menos de noventa minutos se me han hecho largos y por momentos ha sido difícil permanecer en sintonía con los acontecimientos en ese pueblo helado. Puede que esa fuera la verdadera intención de "El día de los forajidos", la de presentar una película sobria y parsimoniosa que puede que guste por la estética propia del far west, pero como largometraje de intriga es más bien justita.

Sobre su ejecución nada que objetar, tanto cuando los espacios cerrados son los que mandan en el inicio de la película como cuando en esos últimos veinte minutos presenciamos un final obvio y previsible en las montañas. Sólo la interpretación de Burl Ives, por encima del cara cartón de Robert Ryan y un amor inmenso por el cine, y si puede ser en concreto por las del oeste, pueden salvar del suspenso una película así. En un género en el que predominan la sencillez de sus historias no ha de ser excusa una trama que se explica en dos líneas, del oeste hay a patadas mejores con la misma sencillez intrínseca que aquí, ¿por qué triunfan unas sí, otras no?, ¿por qué unas son mejores que, por ejemplo "El día de los forajidos"?, porque imperan el buen ritmo y la acción. Y aquí de eso, a cuentagotas. La necesaria intensidad quedó helada como el paisaje de sus montañas, una lástima.