La dureza de la cinta colapsa de tristeza cada minuto, apenas hay tiempo para suspirar. Reconozco que abusa de pesimismo y que tan elevado drama merece mejor solución, Buñuel señala, deja de lado el surrealismo (apenas un par de elementos) e incide en mostrar el abandono de unos niños que no pueden esperar otro final que el correccional o la misma muerte. La realidad retratada por Buñuel sobre las miserias de los niños y adolescentes protagonistas no es ni nuevo ni excepcional, más bien se trata de algo que sucede tanto hoy como ayer y tanto aquí como en México DF.

No hay duda del retrato real de esa marginación, pero a un hombre de tendencia izquierdista como él, por lo que he leído, se le pidió dar un paso más y ofrecer soluciones, esperanza, una mejor salida de ese infierno. Entiendo esa acusación, ahora bien, a su trabajo, el de señalar (y de qué manera) difícilmente se le puede interponer un pero. Pocas veces un título podía ser más objetivo, olvidados, sí, desde luego, un niño por su padre, otro por su madre, la madre por el marido... todos con la misma etiqueta y condenados al sufrimiento.

Una pena de realidad, una realidad llena de lamentos.