Recuerdo la resaca que la película "Tiburón" tuvo en cierto público, entre ellos mis hermanos mayores, que siempre hablaban (con la mente de la infancia) del supuesto peligro que tenía bañarse en el agua. Esta anécdota, que en apariencia no dice nada o que parece sólo una introducción personal para empezar a hablar de la película de Spielberg, lo supone todo en cuanto a la trascendencia que tuvo este largometraje, y es que el miedo y el pánico que el rey Midas del cine supo exponer en imágenes se traslada de forma inevitable en el espectador. Han pasado muchos años desde su estreno y sin embargo, revisionada tanto tiempo después, entiendo mejor que nunca esa sensación extraña que sentíamos algunos niños al mojarnos los pies en la orilla de la playa... ¿aparecerá algún tiburón asesino ahora que me meto en el agua?

La película está bien hecha, aquellos que repudian a Spielberg por lo que lleva haciendo en los últimos años no creo que se posicionen igual respecto a sus primeras películas, "Tiburón" lo tiene todo para ser elogiada, nos mete en la piel de los desdichados protagonistas que quieren acabar con el poderoso escualo y también nos mete en la piel del animal, que aun desconociendo ciertamente sus razones, no es difícil opinar sobre su salvajismo. El bicho tiene hambre, es su instinto, lo que sea, probablemente al final va a por el barco porque los humanos son unos pesados, a saber. Lo que no tengo duda es que viéndola 40 años después, sigo pensando que se trata de una película con un ritmo maravilloso, sigue siendo impactante, atractiva y siempre tendrá uno de los animales más asombrosos del cine.