Ver "Los Goonies" hoy puede suponer un ejercicio complicado. Entraditos ya en un siglo nuevo y con tanta distancia en medio, hay peligro de que al revisitar la conocida aventura de esta entrañable pandilla la nueva valoración contraste demasiado con lo que la memoria selectiva ha dejado dentro nuestro. Mirar para atrás, enfrentarse con lo que quedó e irremediablemente ponerlo a juicio, es algo que en el planeta de la cinefilia resulta recurrente en la mayoría y a menudo lamentamos haberlo hecho. Más vale el recuerdo de lo que fue, y en el caso de "Los Goonies" no falla del todo esta afirmación, porque los que fuimos niños en los 80, o adolescentes, o jovenzuelos, creamos iconos entre todos que ahí están, ahí quedan, y desde la distancia que suponen más de 25 años sólo puedo objetar que me merece todo el respeto.

Soy un nostálgico más, pero uno que ha querido ver de nuevo "Los Goonies" y que maldigo la idea porque ya no es lo mismo, prefiero lo que quedaba en mí antes de lo que hay ahora que la he vuelto a ver. La inmortal Cindy Lauper y su vocecilla, sí, me quedo con eso, con el barco pirata y la cara imposible de Sloth... Me quedo con todo, claro, pero ya no es lo mismo, esa pandilla forma parte de mi nostalgia y de verdad, como película no es mala, lo que sucede es que en los 80 era mejor.