En "45 Años", Andrew Haigh, director británico, disecciona los sentimientos más íntimos de las personas en una relación de pareja, y lo hace con la crítica y los premios de su lado, ya que su título arrasó con multitud de condecoraciones en el año que fue estrenada.

"45 años" es una película intimista en la que se pretende explicar, de una manera bastante aséptica, cómo afecta un hecho del pasado ajeno al matrimonio en la relación entre ambos cónyuges. El director utiliza un permanente juego de sombras en el que intenta calibrar el impacto que un hecho del pasado tiene en el matrimonio, justo antes de celebrar su 45º aniversario de bodas. El juego comienza, como no, con la sombra de ese pasado que vuelve de una forma abrupta, totalmente inesperada, y que trae consigo la marea de todos los recuerdos que a su vez guardaba.

Por ello, la narrativa se centra en la semana previa a la fiesta de aniversario, y resulta estar estructurada en tres momentos muy marcados del día a día; la mañana, el medio día, y la noche. En estos tres momentos vemos como se desarrolla la trama entre ambos siempre desde el prisma de la protagonista principal- utilizando el director de forma muy hábil mayoría de planos cortos de ella en los que el marido y el resto de actores suelen estar de lado o de espaldas mientras hablan-, así como también observamos como se despliegan los pensamientos de ambos en un presente que no se asemeja en nada al que ambos tenían esperado, y aterrizan los sentimientos y deseos del pasado.

Dada la profundidad que la película pretende mostrar, el montaje se antoja un tanto monótono y reiterativo, haciendo que en ciertos momentos todo lo que ambos tienen que contar- que es mucho, y no cabe duda que muy interesante-, se diluya en la sensación de una cuenta atrás constante de días en los que lo único que ocurre es dejar claro que ya nada podrá ser como antes.

Y no cabe duda de que no lo será, y que ésta es una de las ideas principales de la cinta. Sin duda, así lo deja claro el director al adoptar esta idea como el motor de la misma, haciendo de ella el hilo conductor palpable de principio a fin de la trama. Pero la historia que se pretende contar tiene tal calado de carga emocional, que casi de forma efímera- como la noticia que les trastoca a ambos al principio de la cinta-, se comienza a vislumbrar que una pequeña trama subyace a los acontecimientos mostrados, cogiendo más y más fuerza a lo largo del metraje de forma natural.

Esta segunda trama se centra en los sentimientos del protagonista masculino, y no termina de estar desarrollada por el grado de protagonismo monopolizador que tiene el personaje interpretado por Charlotte Rampling- pese a que si se desarrollara los sentimientos de ella serían igualmente protagonistas-, y por ello, lo que termina de confundir es que, pese a que la aparente decisión es dejarla totalmente de lado, finalmente termina se termina por erigir como pequeña moraleja sin desarrollar de la forma que pedía por naturaleza, y esto hace que la cinta termine siendo un relato ciertamente angustioso de pareja contado desde el prisma de la protagonista femenina, algo que funciona de manera notable, y que al menos se le otorga una evolución, ya que el espectador puede entender el desarrollo de la protagonista femenina en una tesitura bastante complicada.

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