Lo mejor: el ritmo narrativo, sin preámbulos de ningún tipo (apenas una breve introducción para justificar por qué el fenómeno extraterrestre que acontece es tan celebrado), provoca que el respetable esté pendiente en todo momento del frenético devenir de la trama; el contenido macabro está muy logrado (las muertes impactan sobremanera por su explicitud, en especial la de cierto incidente automovilístico), ofreciéndose holgadamente el componente visceral ya no secundariamente esperado sino directamente prometido; la notable reinvención de la clásica figura del hombre de acero (las alusiones son innumerables) que ha patentado el autor hará las delicias de la inmensa mayoría de espectadores, con alegatos de variopinta índole.

Lo peor: el traje (por llamarlo de alguna manera) del siniestro protagonista deja mucho que desear en cuanto a laboriosidad artesanal se refiere, no siendo nada original aunque sí funcional a pesar de su enorme minimalismo; el misterio que oculta el granero despierta un enorme interés (los mensajes emitidos con destellos lumínicos abruman e inquietan a partes iguales) pero, por desgracia, se desvela con grosera premura e inverosímil trascendencia (una posible continuación tal vez aclarara todo); la maleabilidad del personaje principal es, cuanto menos, criticable, siendo la influencia que sobre él ejercen sus progenitores no carnales tan poco lineal como la claridad visual de la cinta, abusándose en gran medida de oscuridad sensorial.

Daniel Espinosa
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