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Voto de Alejandro:
8
Terror Un hombre secuestra a una muchacha, la droga y la descuartiza minucisamente, tratando de alcanzar en su tarea la mayor perfección estética posible: su objetivo es hacer de la tortura y la mutilación una obra de arte. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Guinea Pig" es nada más y nada menos que una de las sagas japonesas gore más conocidas y polémicas, especialmente en el país nipón donde queda terminantemente prohibido producir películas que lleven el título de "Guinea Pig", no sólo porque estas películas en su momento simulaban ser snuff y por tanto grabaciones de torturas reales, sino porque generó revuelo al haber servido de inspiración a Tsutomu Miyazaki, un asesino serial despiadado que sembró el pánico por los abusos y crímenes que cometió, los cuales le llevaron a la pena de muerte.
Dejando de lado esa polémica subyacente que ensombrece la famosa saga, la primera parte no es que fuese una joyita que digamos, y no había ningún trasfondo aparte del placer que sentía el grupo de hombres torturando a una chica, recurriendo especialmente a herramientas psicológicas, y aparte de eso poco más era interesante. Sin embargo esta segunda película la supera con creces, con un lenguaje cinematográfico bastante más sofisticado (y por tanto, con el precio de ser menos realista que la primera como supuesta película snuff) y una intención artística más relacionada con la necrofilia que con la tortura, puesto que no se puede decir que esta vez estemos presenciando una tortura, estando la víctima completamente sedada.
La actriz esta vez es buena y en el breve espacio tiempo que aparece consciente refleja muy bien su sufrimiento, en contraste con la horrible actuación de la chica en la primera película. Hay cambios de espacio y no nos situamos en solo lugar oscuro en el que apenas se puede vislumbrar alguna cosa. En lugar de eso encontramos un juego espectacular con los colores y la iluminación, y si bien cuesta decirlo, al tratarse de un mediometraje muy desagradable y no apto para espectadores sensibles, es auténtica poesía, porque precisamente el tono es poético, lo que me dejó personalmente en una disyuntiva, entre si lo que estaba contemplando dentro de lo desagradable era simultáneamente hermoso y artístico y el consecuente pequeño sentimiento de culpabilidad por ver belleza dentro de un acto tan grotesco. Interesante mezcla de sabores que deja.
Como señalé antes, también nos encontramos con un lenguaje cinematográfico desarrollado (se nota el cambio de dirección entre la primera película y la segunda), con primerísimos planos, travellings, slow motion y planos en picado.
Y por si no fuera poco en sus escasos cuarenta y un minutos de duración es extremadamente desagradable y convierte dejar la mirada fija en la pantalla en un reto. De hecho, cuando iba por la mitad tuve que poner en pausa el vídeo porque me estaba dejando mal cuerpo y náuseas, así que necesité un descanso para seguir viéndola más tarde, y pocas películas por fuertes que sean han conseguido esto.

Supongo que los efectos de sonido (que se nota que son de post-producción) ayudan mucho a causar esa repulsión que el realismo de la sangre, los cortes y las barbaridades que comete nuestro perturbado "artista" ya de por sí son capaces de causar, no sin esa extraña y culpable sensación de estar viendo algo que dentro de su enfermiza naturaleza esconde una belleza inefable, como ese final que me sorprendió y me gustó tanto, lejos de horrorizarme. Aquí se nota trabajo, inspiración poética, un trasfondo, una lógica, y unos porqués, a diferencia de la primera parte, y se agradece que no haya nada gratuito, todo, hasta las pintas del asesino, dejan algo de inspirador.

Grata sorpresa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alejandro
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