Tarantino se banaliza en su última película. No sorprende, no te golpea con la suficiente fuerza. Christoph Waltz está igual de bien que en 'Malditos Bastardos' (Inglorious Basterds, 2009). Tan igual de bien que prácticamente calca el papel. Jamie Foxx, al igual que le ocurría al Brad Pitt matanazis de 'Malditos...' se diluye como protagonista. Salvando algunos fogonazos de la factoría tarantiniana, 'Django' se revela como un film plano, un festival de disparos con volcanes de sangre brotando de algunas cabezas. Y para colmo, llegado el supuesto culmen con la aparición de Leonardo Di Caprio, la estancia en esa mansión de la plantación Candy se vuelve sorprendentemente tediosa. Lejos quedan ya aquellos juegos con los tiempos de 'Reservoir Dogs', 'Pulp Fiction' e incluso de los 'Kill Bill' marca de la casa, aquellos guiones llenos de "fuck" y de consistencia y maestría. Películas aquellas, auténticas obras de orfebrería que empequeñecen más aún, si cabe, este producto prefabricado, pueril y artificial. Y lo digo con todo el dolor de mi corazón...

ME GUSTO: No, me ENCANTÓ la escena de las capuchas. Cuando Tarantino te arranca la carcajada es único.
NO ME GUSTÓ: La descorazonadora sensación de decepción al acabar la peli.