Drive posee la magia de la imagen. Se puede decir, sin miedo a equivocarnos, que Nicolas Winding Refn es, desde ya, uno de los grandes poetas visuales del cine de hoy. Unos planos preciosos (preciosistas) acompañados de una banda sonora genialmente sobria y contenida constituyen el cóctel para crear una obra hipnótica que le deja a uno sin parpadear en los momentos en que dichas escenas llenan la pantalla. Pero, ¿qué pasa fuera de este bello óleo? Pues pasa que la trama es predecible, es una más. Lo que ocurre es que, en un truco de magia obra del maquiavélico Winding Refn, éste consigue que el simple guión quede en un segundísimo segundo plano y que estas pobres almas inocentes que somos los espectadores, quedemos prendados ante escenas tan brutalmente bellas como la del prostíbulo (por poner EL ejemplo). Te hemos pillado el truco, Nicolas... Pero te perdonamos.