Con un material tan rico como éste, Michael Mann lo tení todo para hacer una obra maestra. Absolutamente todo: producción de altísimo nivel, reparto óptimo, personajes reales sumamente atractivos, aderezados por acontecimientos históricos importantes en lo social y en lo político y muy cualificados como para ser, también, personajes de ficción. Sin embargo, se optó por enrarecer la atmósfera, complicar las tramas cruzadas, banalizar los aspectos más densos y crear una especie de atropellado juego con exceso de movimientos nerviosos de cámara y abusos obsesivos de primeros planos.

A pesar de todo hay grandes profesionales en todas las facetas de producción, de manera que se llega al final con interés. Pero, eso sí, lamentando que se haya perdido semejante tesoro.

A quien le interese el tema le recomiendo un apasionante libro, un documento periodístico escrito como una novela: REY DEL MUNDO, David Remnick, ganador del Premio Pulitzer, Editorial Debate.

Genial caracterización e interpretación de Jon Voight, al principio irreconocible. Todos lo demás están muy bien, aunque el director haya hecho lo imposible por marearnos y no disfrutar de ninguno.