Hace tiempo hice una crítica, bajo este título: Irreal, chusco, irritante y formidable: la vida cotidiana en los cincuenta franquistas

Lo peor y lo mejor del Garci, pero eso sí: con una ambientación de Gil Parrondo extraordinaria y excelentes actores hasta para papeles pequeños y en todo esto, un hilo argumental especial para una gran actriz tristemente olvidada: Aurora Bautista, maravillosa, prodigiosa, que diría el propio Garci en un papel de vagabunda callejera con estructura teatral que, dvd en mano, merece ver una y otra vez sus mejores secuencias. Es uno de los personajes que mejor desarrollo tiene en estas vidas cruzadas en las que también interesa mucho el material humano que transita por las interpretaciones de otros, la mayoría con su pequeño do de pecho.

Pero qué gusto da volver a ver a la Bautista después de tanto tiempo mimar de esta manera un personaje tan rico. También es muy interesante ver a Elsa Pataky de niña malamente seducida, después de la niña sexual comehombres de Ninette, también de Garci.

El enjambre de historias perfectamente hilvanadas impide la lentitud morosa característica de este director que suele adormecerme. Por otra parte, la baza de su reparto y el impacto visual de la ambientación ayuda mucho a querer subirse a Tiovivo tan peculiar por parte de quien como yo no vivió esa época más que de oídas en países lejanos.

AHORA LA HE VUELTO A VER con mayor sosiego y al releerme me veo contaminado de prejuicios ideológicos (la película no me parecía suficientemente antifranquista y Garci hacía muchos años que no me gustaba), pero hoy descubro múltiples aspectos críticos y artísticos admirables que entonces no comprendí.

Tiovivo está llena de sutilezas (empezando por el tema que da lugar al título), de historias maravillosas (por ejemplo, la historia de los hermanos profesores de baile con su hilo conductor sin explicaciones verbales y su gran final), de escalofríos políticos sin estridencias, de humor "berlangiano" (el veterano torero en su patética "fiesta"), y una galería de supervivientes por completo admirables; nada se pierde, todo se gana, y en este testimonio hay muchos elementos de aquella vida cotidiana: la represión, la soledad de algunos, la miseria de tantos, la cómica aceptación del régimen por parte de otros; y además, el gran talento de José Luis Garci para mezclar actores con personalidades reales de la época en el banco y en el café.
De los admirables 60 actores, un brindis conmovedor por las creaciones de Jorge Roelas, Andrés Pajares, Carlos Hipólito, Guillén Cuervo, José María Pou (unos pocos minutos le bastan para ridiculizar al horroroso burócrata falangista), Agustín González, Tina Sáinz y la gran pareja Miguel Ángel Sola-Blanca Oteiza en la representación de una pareja de cineastas argentinos. Todo tiene referencias históricas muy bien documentadas y una pátina de buen melodrama profundamente tierno. Me arrepiento de lo dicho y confieso mi error. Es una obra maestra.