... y exhibir la seductora sensualidad de la burguesía reprimida, condenada a padecer hasta el último aliento las limitaciones de su confortable amargura en una agónica forma de vivir pagada a precio de oro...

Y en esas que aparece ella: la Pfeiffer que seduce de manera irreprimible como si anduviese desnuda en estado de shock orgásmico, sin una sola secuencia erótica. Bueno, sí, una secuencia de erotismo sublime, de una carga de sexualidad bestial en la que, simplemente, nada más y nada menos, en un coche de caballos, su enamorado le desnuda una mano liberándola de un guante...

Es en esa secuencia donde está la esencia de la película, luego viene la preciosa puesta en escena, el ritmo impuesto de un musical cadencioso, irónico, para describir la mortandad de una forma de vida deleznable. Todo con un reparto excelente en el que, por supuesto, destaca Michelle Pfeiffer con su increíble belleza crepuscular. Y a su vera hace un esfuerzo muy grande de contención dramática Day-Lewis tan dado a los maravillosos excesos como el propio Scorsese.