Con una impecable fotografía, toda la película se desliza entre juegos de miradas insustanciales sólo regida por una huidiza perversión en el protagonista. Al final se sabe que era el célebre doctor Mengele, en fuga de la caída Alemania nazi, protegido por colegas en un paraíso llamado Bariloche, en la Patagonia argentina.

Àlex Brendemühl está formidable en el frío y amenazante médico, pero es el único personaje que interesa junto al de la niña a la que ayuda a crecer con un tratamiento cuyas consecuencias nunca conoceremos.

Inútilmente lenta, la intriga resulta soporífera y la abundante biografía de Mengele apenas se esboza. Diego Peretti hace un padre anodino al borde de la risa y Natalia Oreiro es una madre con demasiados secretos que no comparte con el espectador.

Se desaprovecha el abundante material documental existente en Argentina cuando el Mossad secuestra a Eichman y la película termina aceleradamente cuando de verdad se pone interesante.