Estamos ante una película brillante pero imposible de apreciar por el espectador de “a pie” porque su extraña complejidad la hace intratable para todo aquel incapaz de ir al cine para hacer un ejercicio de abstracción. A pesar de que me tachen de “snob” y pedante, cosa que a decir verdad me importa un pimiento, opino que “Adaptation” es sin duda un filme para minorías y que yo estoy confortablemente instalado dentro de esa minoría porque no sólo me ha gustado sino que me ha fascinado.

La película es fundamentalmente una crítica a la industria cinematográfica, con evidentes tintes autobiográficos pero que además juega de manera magistral con el tema filosófico central del dualismo, la serpiente que se muerde la cola, el cine dentro del cine que acaba derivando en un vértigo de autorreferencias en el que el espectador ya no sabe lo que es real y lo que no, ni siquiera los títulos de crédito donde aparecen los hermanos Kauffman a pesar de que en la vida real sólo exista uno y de que esté interpretado por un magnífico Nicholas Cage. Uno no sabe bien a partir de que momento la película deja de ser reflejo de la realidad y empieza a ser reflejo de ella misma en su delirio darwinista.

El mundo interior asfixiante y neurótico de Charlie Kauffman crea al personaje de Donald, que es todo lo que le gustaría ser a Charlie: un ser profundamente imbécil, ingenuo y superficial pero feliz al fin y al cabo. Nada funciona para Charlie y todo acaba del revés: recibirá la lección de su vida en boca de su estúpido hermano, acudirá a los congresos del infame McGee traicionando todos sus principios artísticos, sus propios personajes intentarán matarlo y la película acabará siendo todo lo que odia, explosiones, tiros y “happy end” incluidos. Kauffman nos recuerda la insoportable verdad de que todo ser humano es en último término contradicción y como diría Omar Khayyam, otro trago más para acallar el recuerdo de esta impertinencia.