Terminada la 4ª temporada y al parecer última, y como ya pasa en demasiadas series, todo lo extraordiario, todo lo elogiable, se va por el desagüe de la cloaca con su final. De ahí mi título de la crítica. Y es un síndrome que ya empezó con Perdidos, continuó con Los Soprano y, aunque algo más coherente, siguió con Walter White y la tontería de su ametralladora infalible en Breaking Bad.

Todos estos guionistas deberian aprender de finales tan brillantísimos como el de BETTER CALL SAUL (Ahí se corrigió Vince Gilligan) o de FARGO 1 y FARGO 3.

OZARK es una serie excelente en sus tres primeras temporadas, sin duda. La cuarta es con diferencia la más floja y la más confusa. A modo de ejemplo, todo lo relacionado con el FBI está mal explicado, o tal vez mal ensamblado en la sala de montaje. O la movida de los "sponsors" para la Fundación Byrde es otro lío. Y no necesitaba 14 episodios para ser contada.

Por supuesto, siguen siendo extraordinarios el personaje de Wendy y la fantástica interpretación de Laura Linney, y Jason Bateman sigue clavando al melifluo y tóxicamente enamorado Marty.

Hay un sano cinismo en todo el tratamiento de "familia", cuatriplicados en la familia Byrde, la familia Navarro, la familia Snell y la familia Langmore, unidos todos en la competición por ver quien delinque más alto y mejor, incluso delinquiéndose interfamilia.

Y en referencia a la familia Langmore, pongámonos de pie para otorgar una larga ovación a Julia Garner en la interpretación de un personaje memorable llamado Ruth Langmore, la única persona decente y reslliente en ese mar de porquería que sólo aspira a una casa que no esté sobre ruedas y a una piscina pegada a un lago, pobrecilla.

Y a este respecto, me voy al spoiler para hablar de ese horrible final.