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España España · Zaragoza
Voto de María:
6
Drama A Sam, un niño de doce años, le apasionan las historias fantásticas. Quiere saberlo todo sobre ovnis y películas de miedo, aeronaves y fantasmas. También quiere saber qué se siente al tomar el primer trago de cerveza, al dar la primera calada a un cigarrillo y al besar a una chica. Quiere conocer las experiencias de los adolescentes, porque él seguramente no llegará a esa edad. Tiene leucemia, y aunque los adultos respondan ambiguamente ... [+]
3 de abril de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película nos muestra cómo el protagonista intenta cumplir una lista de “cosas que hacer antes de morir”, un recurso efectivo en este tipo de dramas lacrimógenos pero que peca de ser poco original (Ahora o nunca, Mi vida sin mí, Un paseo para recordar…). Sin embargo, también se puede afirmar que lo que nos lleva a través de la historia es el planteamiento de esas preguntas a las que nadie contesta. O quizás la historia de Sam es una excusa para explicar a través de la animación qué es la leucemia y cómo la sufre un niño.

Puede que este sea el problema de Vivir para siempre, que crea demasiadas líneas y caminos por las que el relato se va perdiendo poco a poco. Pero sucede algo curioso, y es que a pesar de notar que algo falla, la película engancha y emociona. Y entonces es cuando surge la duda: ¿el espectador se emociona tanto porque es una buena película o porque el tema que trata es ya de por sí realmente fuerte? Esta sí es una pregunta que se puede contestar, aunque su respuesta es complicada. ¿Nos metemos en la historia por las interpretaciones? No, pues no llegan a ser, por lo general, muy destacables. Ni siquiera la de Robbie Kay, el protagonista, cuya actuación no acaba de convencer por estar ligeramente sobreactuada. ¿Son quizá las tramas secundarias las que dan fuerza al relato? No. La evolución de la relación con su padre es emotiva pero previsible, y esa historia de amor con la prima de su amigo Félix… nada creíble. ¿Será entonces por la música? Posiblemente en parte, ya que las melodías tan sentimentales que suenan en determinadas situaciones claves de la película están creadas para generar empatía con esa atmósfera de tristeza que se crea, y llevar al espectador a derramar alguna que otra lágrima. O muchas.

Pero la música no es lo más potente de esta historia. Lo más potente de esta historia es la historia en sí misma. El tema de una muerte anunciada siempre es un tema arriesgado que Ron resuelve en esta ocasión con gran eficacia y naturalidad, gracias a que lo muestra a través de la inocencia, la simpatía, la dulzura y la transparencia de un niño. Un niño fantasioso más consciente de la realidad que muchos adultos. Lástima que la realidad de esta ficción pierda validez con la introducción de tan descarada publicidad. Lástima que pequeños fallos se unan para evitar que esta película, que nos invita a reflexionar sobre preguntas que nunca nadie sabrá responder, sea perfecta de principio a fin.
María
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