Es difícil. Te levantas dispuesto a tomar clases en un instituto con el que te han tildado con un sobrenombre que denostan directamente a tus sentimientos. Odias la escuela. Apenas y vas a clases. Buscar la mejor excusa para evitarla. Eras malo en los deportes. Llegas a tu casa y tu madre te reprocha la rutinaria inasistencia a tus obligaciones. Y algunos de tus vecinos son insufribles. Es difícil, vaya que sí.

Pero tienes valor y coraje para afrontar tu mundo, para vivirlo con agallas, y sabes que si tu madre te reprocha es porque duele vivir en carne propia a costa de golpes y miserias. Conoces de antemano que da lo mejor que tiene. Su mejor carta. Es muy difícil ser un buen padre, como también lo es ser un buen hijo. Es duro, pero lo afrontas con dignidad.

No sólo eso, No toda la gente te ha decepcionado. No todos los vecinos son “comunes” por decirlo de algún modo. Que hay chicas “todo corazón” que esperan el momento en que Mama Cass resurja de las cenizas y se le reconozca por lo que fue. Y más allá, hay personas peculiares de las que terminas enamorándote, por una u otra razón y a niveles insospechados. Breves encuentros iniciales, y con el tiempo la naturalidad hace lo suyo. La vida tampoco ha sido fácil para aquella persona. Hay cicatrices que duelen, y otras que oculta. Pero ha llegado un nivel de confianza mutua, y dan un paso adelante. Es difícil, sí.

Y llegan aquellos momentos de intimidad, de enseñanza. El mundo es complejo. Asaltan dudas, y remordimiento de conciencia. ¿Quién dijo que amar es fácil? ¿Quién dijo que no duele? Vivimos en una sociedad opresiva y prejuiciosa. Hipócrita. Falsa. Aparente. Envidiosa.

Pero la traspasas…

La cosa más bella es cuando se supera esa barrera y eres feliz. La cosa más bella proviene del interior. Un abrazo. Un baile. La cosa más bella, es aquella que te enseña que, si bien, la vida es cabrona, también puede ser grandiosa