La secuencia de apertura de “Kiki” es toda una invitación para los sentidos, desde el inicio anticipa el derroche de sensualidad que será. La música contribuye con una excelente elección de banda sonora, así que apenas terminé de verla descargué los temazos que la ambientaron. Paco León presenta con naturalidad parafilias inimaginables y de esa manera nos introduce en las infinitas posibilidades que ofrece la sexualidad humana. Personas que experimentan placer sexual siendo orinados, asaltados, viendo llorar, tocando seda, teniendo sexo con dormidos y no podía faltar el poliamor. Podemos acercarnos a la peli con la mirada que patologiza, que ve con rareza y cara de asco; o podemos disfrutar contemplando la diversidad de comportamientos sexuales que enriquecen. Algunos de los personajes pueden conciliar con facilidad sus particulares preferencias sexuales armonizándolas con sus vidas, otros deben recurrir a métodos poco ortodoxos y a veces éticamente cuestionables. Al final todos se las arreglan para aceptar ese deseo y adaptarlo a sus relaciones, a sus circunstancias personales. Los personajes se cruzan, transitan por los mismos lugares y al final coinciden en la feria local, como si quisieran decirnos que estas “rarezas” están por doquier, que hacen parte de lo cotidiano, que hacen parte de la normalidad. Verla me trasladó a Saramago en Los Cuadernos de Rigoberto, cuando refiriéndose a los fetiches nos dice: “el fetichismo no es el culto de los fetiches como dijo mezquinamente el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, sino una forma privilegiada de expresión de la particularidad humana, una vía que tienen el hombre y la mujer de trazar su espacio, de marcar su diferencia con los otros, de ejercitar su imaginación y su espíritu antirebaño, de ser libres”.