El cine español está repleto de comedias, mucha veces insustanciales, que llenan las salas de gente pero no llenan sus cabezas de ideas. Hacer reir o entretener es casi siempre el objetivo. Sin embargo, muy de vez en cuando, nos encontramos con este tipo de películas que intenta arriesgar algo más. Quizá el listón está muy bajo o quizá en esta ocasión nos encontramos con una historia bien contada, que es capaz de entretener al espectador, y lo que es más importante, mantenerle expectante con un suspense a la altura de cualquier thriller americano de los años 90.

La espontaneidad y naturalidad de los actores consiguen aportar un punto interesante a los hechos a medida que se van desarrollando los acontecimientos; Luis Tosar está en su línea. El guión es más que decente, por su originalidad y por su perspectiva de denuncia social.

Quizá no hay unos efectos visuales sobresalientes, un vestuario sorprendente, o una banda sonora que vaya a ser nominada a un Goya, pero Daniel Calparsoro sabe cuales son sus limitaciónes en está película, y cuales son sus virtudes. Virtudes que explota y exprime a la perfección para conseguir ese punto que tienen una historia, que hace que no salgas indiferente del cine.