Lo que más me impactó fue el hecho de que les rapasen tras el matrimonio, sin que la mujer no pueda al menos decidir si tener pelo aunque así lo tape con pelucas o pañuelos. Duele el bajo estatus de la mujer, que aunque la protagonista se enfada cuando dicen que son simples máquinas de hacer bebés, duramente debemos admitir que es así. Es por lo único que las quieren, de hecho, si no puede tener hijos, el hombre tiene todo el derechos a dejarla para casarse con otra mujer y así poder tener hijos, es más, a la que no puede tener hijos la tachan de inservible, de rota, como si no sirviese para nada más en su sociedad.

Por otro lado, impacta la inocencia de Yanki, al haber vivido solo en ese mundo, no concibe que muchas personas crean en Dios fuera de lo que él vive. Aun así, se le ve buena persona y no tan estricto como el resto de la comunidad, en parte acabó queriéndola y por otro lado, estaba desesperado por no poder volver con ella y el bebé, por miedo al rechazo de su comunidad.

Finalmente, que esa comunidad tenga como único objetivo repoblar el mundo de judíos, exactamente de 6 millones perdidos durante el holocausto, da que pensar de que no solo es una rama extremista, sino que parece más una secta.