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Animación. Fantástico. Aventuras
Con el fin de curar la herida que le ha causado un jabalí enloquecido, el joven Ashitaka sale en busca del dios Ciervo, pues sólo él puede liberarlo del sortilegio. A lo largo de su periplo descubre cómo los animales del bosque luchan contra hombres que están dispuestos a destruir la Naturaleza. (FILMAFFINITY)
2 de octubre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La princesa Mononoke le valió a Hayao Miyazaki, director, dibujante y productor que trabaja la animación con técnicas artesanales -alejándose de las propuestas tridimensionales de la americana Walt Disney Pixar-, el reconocimiento internacional. Y lo cierto es que, viendo el espléndido resultado, no es para menos.
Se trata de una maravillosa fábula con mensaje ecologista, la rebelión de los bosques contra la ignorancia humana: una preciosa historia de amor protagonizada por un valiente príncipe y una princesa guerrera, el príncipe Ositaka y la princesa Mononoke, que deben unir sus fuerzas para proteger al Espíritu del Bosque, acechado por la ambición de los humanos.
Buscando conexiones con otras obras, la película recuerda en algunos aspectos temáticos a Dersu Uzala (1975), en lo que respecta a la relación mágica entre hombre y naturaleza, y a Ran (1985), en la lucha de clanes y familias, ambas de Kurosawa, otro de los genios nipones del pasado siglo XX. Por otro lado, cabe mencionar las influencias, tal vez demasiadas, que toma James Cameron para su reciente Avatar, película que queda en evidencia al compararse con ésta.
En definitiva, si os gusta la magia y las propuestas originales y diferentes, no os perdáis este prodigio del séptimo arte, sencillamente una verdadera obra maestra.
Se trata de una maravillosa fábula con mensaje ecologista, la rebelión de los bosques contra la ignorancia humana: una preciosa historia de amor protagonizada por un valiente príncipe y una princesa guerrera, el príncipe Ositaka y la princesa Mononoke, que deben unir sus fuerzas para proteger al Espíritu del Bosque, acechado por la ambición de los humanos.
Buscando conexiones con otras obras, la película recuerda en algunos aspectos temáticos a Dersu Uzala (1975), en lo que respecta a la relación mágica entre hombre y naturaleza, y a Ran (1985), en la lucha de clanes y familias, ambas de Kurosawa, otro de los genios nipones del pasado siglo XX. Por otro lado, cabe mencionar las influencias, tal vez demasiadas, que toma James Cameron para su reciente Avatar, película que queda en evidencia al compararse con ésta.
En definitiva, si os gusta la magia y las propuestas originales y diferentes, no os perdáis este prodigio del séptimo arte, sencillamente una verdadera obra maestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La historia comienza de forma trepidante: Ositaka, el valiente príncipe de las tierras del Este, mata a un peligroso Diablo de la rabia para defender a su pueblo, lo que le supone una maldición: debe abandonar a su gente, viajar a las lejanas tierras del Oeste y aceptar que la ira de la criatura que ha matado acabará con su vida, a menos que las criaturas del Bosque Prohibido, con su magia, puedan ayudarle.
La magnífica estructura de la película se desarrolla a través de dos grandes líneas narrativas relacionadas entre sí: por un lado, la inminente guerra entre hombres y animales y, por otro lado, la historia de amor de Ositaka y Mononoke. La obra aborda, en realidad, la dialéctica entre Eros, Dios del amor, y Thanatos, Dios de la muerte, aspecto que la conecta con el cuento maravilloso, la leyenda y el mito.
Miyazaki crea un mundo maravilloso, donde un príncipe furtivo se enamora de aguerrida princesa, donde los Dioses se reencarnar en los animales de la Naturaleza con la posibilidad de tornarse Diablos, donde el Espíritu del Bosque es principio y final de la vida, y donde los humanos, cegados por su ambición, han perdido el respeto a la madre Tierra. En medio de este ambiente belicoso, se ubica el valiente viajero recién llegado Ositaka, que ejerce de liberador del pueblo, ya que la historia refleja simbólicamente la transición del pensamiento mágico/animista al pensamiento racional, transición que se produce gracias a la unión de Ositaka, adalid de la civilización, y la princesa Mononoke, representante de la vida salvaje. En ese mundo propuesto, todos los personajes, protagonistas y secundarios, tienen motivaciones internas que les aportan una complejidad psicológica de la que carecen la mayoría de las películas actuales, superando así las convencionales caracterizaciones de buenos y malos.
De todo esa cosmología que crea Miyazaki destaca el personaje de Mononoke, una princesa criada entre lobos que ha renunciado a su humanidad para defender el mundo animal, más noble para ella que el humano; el Espíritu del Bosque, un espectacular y bondadoso ciervo gigante con rostro humano; o los komemas, unas criaturas diminutas y traviesas que protegen los bosques.
La magnífica estructura de la película se desarrolla a través de dos grandes líneas narrativas relacionadas entre sí: por un lado, la inminente guerra entre hombres y animales y, por otro lado, la historia de amor de Ositaka y Mononoke. La obra aborda, en realidad, la dialéctica entre Eros, Dios del amor, y Thanatos, Dios de la muerte, aspecto que la conecta con el cuento maravilloso, la leyenda y el mito.
Miyazaki crea un mundo maravilloso, donde un príncipe furtivo se enamora de aguerrida princesa, donde los Dioses se reencarnar en los animales de la Naturaleza con la posibilidad de tornarse Diablos, donde el Espíritu del Bosque es principio y final de la vida, y donde los humanos, cegados por su ambición, han perdido el respeto a la madre Tierra. En medio de este ambiente belicoso, se ubica el valiente viajero recién llegado Ositaka, que ejerce de liberador del pueblo, ya que la historia refleja simbólicamente la transición del pensamiento mágico/animista al pensamiento racional, transición que se produce gracias a la unión de Ositaka, adalid de la civilización, y la princesa Mononoke, representante de la vida salvaje. En ese mundo propuesto, todos los personajes, protagonistas y secundarios, tienen motivaciones internas que les aportan una complejidad psicológica de la que carecen la mayoría de las películas actuales, superando así las convencionales caracterizaciones de buenos y malos.
De todo esa cosmología que crea Miyazaki destaca el personaje de Mononoke, una princesa criada entre lobos que ha renunciado a su humanidad para defender el mundo animal, más noble para ella que el humano; el Espíritu del Bosque, un espectacular y bondadoso ciervo gigante con rostro humano; o los komemas, unas criaturas diminutas y traviesas que protegen los bosques.