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Voto de Peaky Boy:
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Aventuras. Comedia
El tímido empleado de una editorial consigue evadirse de su gris existencia imaginando que es el protagonista de grandes aventuras; un día, su sueño se hace realidad cuando conoce a una misteriosa mujer que le implica en una peligrosa misión... Remake de ‘La vida secreta de Walter Mitty’ (1947), película dirigida por Norman Z. McLeod e inspirada en un relato de James Thurber. (FILMAFFINITY)
10 de diciembre de 2013
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Con semejante elocuencia reflexionaba Segismundo sobre la importancia de los buenos actos, sin importar el estatus social, mientras se preguntaba cuánto de realidad hay en la vida, y qué parte de todo lo que vemos es ficción. El calderoniano protagonista de La vida es sueño, vivía encarcelado por un padre obsesionado con las profecías que le advirtieron sobre la crueldad de su hijo, del mismo modo que Walter Mitty, desde su primera aparición en el cuento de James Thurber, vive atrapado en su aburrida y rutinaria vida, mientras su mente lo trasporta constantemente a diferentes y trepidantes aventuras que lo convierten, según la interpretación del soliloquio de Segismundo, en un intrépido aventurero reprimido.
Ben Stiller realiza este remake de la película homónima de 1947 que, dirigida por Norman Z. McLeod, era a su vez adaptación del libro antes mencionado por lo que, a primera vista, carece de todo lo que representa la película: imaginación y originalidad. Así que sin estos elementos, el trabajo no pasa de ser una nueva comedia romántica más, pretenciosa, como la mayoría de las obras de este director y que, mediante una sucesión de imágenes que no resultan convincentes, trata de buscar una profundidad que deviene artificial. El trabajo en la dirección de Stiller, marcado casi siempre por la exageración, termina por ahogar cualquier esfuerzo para trasmitir algún tipo de emoción o valores al espectador, sus comedias usan la parodia como elemento satírico pero, al llevarlo todo hasta los extremos, resulta tan incoherente que es muy difícil de tomar en serio.
No obstante es de destacar el atrevimiento de Stiller ya que con esta cinta busca congraciarse con aquellos que tachan su trabajo de comedia absurda, para ello cambia de registro y trata de conseguir un resultado mucho más serio sin el repertorio caricaturesco al que sus personajes nos tienen acostumbrados. La película, aunque mantiene la esencia básica del libro sobre un personaje aburrido pero soñador, que anda mezclando fantasía y realidad en cada acción de su anodina vida, le añade ciertas variantes. En esta ocasión, Walter Mitty, que trabaja procesando las imágenes para la revista LIFE, está teniendo problemas para encontrar el negativo de la que será la portada del último número de la publicación impresa. Movido en parte por su intachable responsabilidad profesional y en parte por una compañera de trabajo, a la que quiere impresionar, se verá involucrado en un sinfín de aventuras que sobrepasarán cualquiera de sus anteriores fantasías. Un filme mucho más sobrio que ninguno de sus anteriores trabajos y con ciertos destellos de calidad, que nos hacen pensar que, algún día, el director encontrará la idea brillante que lo reconcilie con sus muchos detractores. Sin embargo no será en esta ocasión, ya que su atrevimiento le ha costado la baza de la comicidad que tantos seguidores le había proporcionado y, pese a esos momentos de cierto talento artístico, enfocados al logro de una comedia romántica más trabajada y sin el uso de sus clichés característicos, la puesta en escena sigue sin resultar del todo atractiva
La historia resulta muy poco creíble, no en lo concerniente a la imaginación y la materialización de los sueños, que por otra parte es un tema demasiado trillado hoy por hoy como para abordarlo desde un enfoque tan ingenuo, sino porque ya hemos visto otros ejemplos en el cine de personajes con imaginaciones excepcionales, afrontados desde una perspectiva mucho más atractiva y sin caer en los fáciles recursos demagógicos, como por ejemplo La ciencia del sueño de Michel Gondry, 2006, o la formidable lección que nos regaló Léolo en la magnificá cinta de Jean-Claude Lauzon de 1992, donde un niño afronta, con tremenda madurez y gracias a su sin par personalidad, la cruda realidad en la que vive rodeado de su insólita familia. Pero Ben Stiller ya no es ningún niño, ni un joven que nos despierte la suficiente empatía como para que entremos en su quimérico mundo, un papel de fracasado asustadizo que ya conocemos de memoria por lo que, tras media hora de metraje, todo se vuelve demasiado predecible y las lecciones morales que pretende enseñarnos restan gran parte de una gracia que podría haber hecho la película más llevadera, por lo que la encaminan irremediablemente a un tedioso final que nos dejará indiferentes.
Termino en spoiler por motivos de espacio.
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Con semejante elocuencia reflexionaba Segismundo sobre la importancia de los buenos actos, sin importar el estatus social, mientras se preguntaba cuánto de realidad hay en la vida, y qué parte de todo lo que vemos es ficción. El calderoniano protagonista de La vida es sueño, vivía encarcelado por un padre obsesionado con las profecías que le advirtieron sobre la crueldad de su hijo, del mismo modo que Walter Mitty, desde su primera aparición en el cuento de James Thurber, vive atrapado en su aburrida y rutinaria vida, mientras su mente lo trasporta constantemente a diferentes y trepidantes aventuras que lo convierten, según la interpretación del soliloquio de Segismundo, en un intrépido aventurero reprimido.
Ben Stiller realiza este remake de la película homónima de 1947 que, dirigida por Norman Z. McLeod, era a su vez adaptación del libro antes mencionado por lo que, a primera vista, carece de todo lo que representa la película: imaginación y originalidad. Así que sin estos elementos, el trabajo no pasa de ser una nueva comedia romántica más, pretenciosa, como la mayoría de las obras de este director y que, mediante una sucesión de imágenes que no resultan convincentes, trata de buscar una profundidad que deviene artificial. El trabajo en la dirección de Stiller, marcado casi siempre por la exageración, termina por ahogar cualquier esfuerzo para trasmitir algún tipo de emoción o valores al espectador, sus comedias usan la parodia como elemento satírico pero, al llevarlo todo hasta los extremos, resulta tan incoherente que es muy difícil de tomar en serio.
No obstante es de destacar el atrevimiento de Stiller ya que con esta cinta busca congraciarse con aquellos que tachan su trabajo de comedia absurda, para ello cambia de registro y trata de conseguir un resultado mucho más serio sin el repertorio caricaturesco al que sus personajes nos tienen acostumbrados. La película, aunque mantiene la esencia básica del libro sobre un personaje aburrido pero soñador, que anda mezclando fantasía y realidad en cada acción de su anodina vida, le añade ciertas variantes. En esta ocasión, Walter Mitty, que trabaja procesando las imágenes para la revista LIFE, está teniendo problemas para encontrar el negativo de la que será la portada del último número de la publicación impresa. Movido en parte por su intachable responsabilidad profesional y en parte por una compañera de trabajo, a la que quiere impresionar, se verá involucrado en un sinfín de aventuras que sobrepasarán cualquiera de sus anteriores fantasías. Un filme mucho más sobrio que ninguno de sus anteriores trabajos y con ciertos destellos de calidad, que nos hacen pensar que, algún día, el director encontrará la idea brillante que lo reconcilie con sus muchos detractores. Sin embargo no será en esta ocasión, ya que su atrevimiento le ha costado la baza de la comicidad que tantos seguidores le había proporcionado y, pese a esos momentos de cierto talento artístico, enfocados al logro de una comedia romántica más trabajada y sin el uso de sus clichés característicos, la puesta en escena sigue sin resultar del todo atractiva
La historia resulta muy poco creíble, no en lo concerniente a la imaginación y la materialización de los sueños, que por otra parte es un tema demasiado trillado hoy por hoy como para abordarlo desde un enfoque tan ingenuo, sino porque ya hemos visto otros ejemplos en el cine de personajes con imaginaciones excepcionales, afrontados desde una perspectiva mucho más atractiva y sin caer en los fáciles recursos demagógicos, como por ejemplo La ciencia del sueño de Michel Gondry, 2006, o la formidable lección que nos regaló Léolo en la magnificá cinta de Jean-Claude Lauzon de 1992, donde un niño afronta, con tremenda madurez y gracias a su sin par personalidad, la cruda realidad en la que vive rodeado de su insólita familia. Pero Ben Stiller ya no es ningún niño, ni un joven que nos despierte la suficiente empatía como para que entremos en su quimérico mundo, un papel de fracasado asustadizo que ya conocemos de memoria por lo que, tras media hora de metraje, todo se vuelve demasiado predecible y las lecciones morales que pretende enseñarnos restan gran parte de una gracia que podría haber hecho la película más llevadera, por lo que la encaminan irremediablemente a un tedioso final que nos dejará indiferentes.
Termino en spoiler por motivos de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Kristen Wiig, otra de las caras conocidas de la comedia absurda hollywoodiense y Sean Penn, en un cameo tan fugaz que no le permite mucho margen de error, serán dos de los grandes puntos fuertes del reparto pero, sin ninguna duda, el principal atractivo vendrá de la mano de un estupendo Adam Scott que, con su pedante y prepotente personaje, consigue las escenas más entretenidas de toda la cinta. Él será el encargado de asesorar y administrar el proceso de digitalización de la revista, en otras palabras, será la persona al mando de la reducción de personal. Un Ryan Bingham sin escrúpulos que ha olvidado el talante y las maneras que hacían al protagonista de Up in the air, 2009, de Jason Reitman, ser objeto de disculpa por parte de los empleados a los que estaba despidiendo.
Steve Conrad, guionista de En busca de la felicidad, 2006, escribe este libreto para adaptarlo al registro del protagonista, en torno al que girará toda la acción y la atención y que, pese a perder gran parte de los gags cómicos que caracterizan al actor, seguro que no defraudará a los amantes de las comedias sin complicaciones. El aire naif que inundará la sala nos ayudará a abstraernos, como el propio Walter Mitty, de la complicada realidad, aunque sólo sea durante dos horas.
Steve Conrad, guionista de En busca de la felicidad, 2006, escribe este libreto para adaptarlo al registro del protagonista, en torno al que girará toda la acción y la atención y que, pese a perder gran parte de los gags cómicos que caracterizan al actor, seguro que no defraudará a los amantes de las comedias sin complicaciones. El aire naif que inundará la sala nos ayudará a abstraernos, como el propio Walter Mitty, de la complicada realidad, aunque sólo sea durante dos horas.