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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Voto de Peaky Boy:
8
Comedia. Drama Año 1941. Belgrado, durante la Segunda Guerra Mundial. Marko y Petar, delincuentes y amigos, luchan contra los alemanes. Petar resulta herido y, para salvarse, se refugia en un sótano junto a un grupo de partisanos. Por otro lado, Marko se convierte en un héroe y, terminada la guerra, se convierte en uno de los favoritos de Tito de la Yugoslavia comunista. Pero el destino de Petar ha resultado muy distinto... (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Entre el miedo a que algo pueda ocurrir y la esperanza de que aún no haya ocurrido, hay más espacio del que uno puede pensar. En ese estrecho, duro, vacío y oscuro lugar, muchos de nosotros pasamos nuestras vidas”. Así definía el yugoslavo Ivo Andrić, Premio Nobel de Literatura en 1961, el estilo de vida de varias generaciones que, como la película, estuvieron marcadas por un periodo de guerra constante. En concreto la cinta se centra, por medio de tres capítulos, en la segunda guerra mundial, la guerra fría y las guerras yugoslavas.
Emir Kusturica es un artista cuya habilidad para crear historias en donde se mezcla un irónico humor con un trasfondo político y social de una tremenda seriedad, sin caer en un grotesco patetismo, le dio acceso al selecto y restrictivo club de realizadotes que han conseguido la prestigiosa palma de oro del festival de cine de Cannes en dos ocasiones, la última con Underground, en la que el cineasta vuelve a hacer uso de sus recursos técnicos y sus temáticas más habituales para deleitarnos con una genial sátira del conflicto que sufrieron las gentes de su querida Yugoslavia natal. Retrato pesimista de uno de los capítulos más desagradables y sanguinarios de la historia moderna, las guerras que supusieron la desintegración de Yugoslavia en seis diferentes países, todos reducidos a escombros y sumidos en la más absoluta pobreza. Pero aquí entra en juego el talento de Kusturica para burlarse de todo y conseguir que la dureza del tema principal quede oculta bajo una serie de asombrosos y excéntricos personajes que amenizan, mientras cantan y bailan a ritmo de música folclórica, esta comedia dramática bélica.
La música, a cargo del gran compositor y asiduo colaborador de Kusturica, Goran Bregovic, es otro de los elementos más recurrentes e importantes en el cine del realizador yugoslavo que, como guitarrista, participa activamente en la creación de la banda sonora de sus películas. Un recurso que utiliza para enfatizar el carácter de la gente, la idiosincrasia de la multicultural y multiétnica ex Yugoslavia y darle ese toque humorístico tan personal que, estando siempre presente, aparece por medio de una orquesta móvil cuyas vertiginosas melodías perseguirán constantemente a los protagonistas.
Marko y Petar son dos camaradas que viven como truhanes en medio de la segunda guerra mundial, según ellos, robándoles a los ricos lo que han quitado previamente a los pobres. Un lío de faldas los lleva a ser perseguidos por los nazis, por lo que Petar tendrá que esconderse junto a un grupo de partisanos en un sótano hasta que pase el peligro. El problema continuará cuando Marko se enamore de la prometida de su amigo, dejando a éste encerrado durante 20 años en el refugio, fingiendo que la guerra todavía continúa. Veinte largos años que serán soportados con la única esperanza de salir algún día para poder ganar la batalla que libere a su nación de las opresoras garras enemigas y tras los cuales, nada ha cambiado en el exterior a excepción de que los yugoslavos antes eran atacados por países vecinos, y ahora se atacan entre sí. Este hecho queda magistralmente reflejado en una frase pronunciada por Marko “Una guerra no es guerra hasta que un hermano ha matado a su hermano”, y que muestra la beligerante personalidad insensible y desprovista de emociones de aquellos que han nacido, crecen y fallecerán en un estado de alerta continuo y rodeados de muerte.
Vilko Filac consiguió mostrar, a través su fotografía, la belleza que los grandes contrastes de colores ofrecían sobre ese oscuro inframundo representado por medio de la guarida secreta. El sensual movimiento que la maravillosa Mirjana Jokovic, como Natalija, realizaba en su vestido rojo mientras, atrapada en su miseria, teñía de carmesí el verde militar que reinaba en la oscuridad del búnker, se convirtió de forma inmediata en una de las más icónicas escenas sobre el deseo y la pasión del siglo pasado.
Llama la atención la gran cantidad de planos secuencia que utiliza el realizador y que aportan a la película un dinamismo muy acertado, dejando que la cámara siga a objetos y personas en perfecta sincronía, mientras los acontecimientos van sucediéndose de manera natural. El estilo narrativo utilizado bebe del realismo mágico nacido en América latina a mediados del siglo XX. El director mezcla elementos cotidianos con otros sobrenaturales, humaniza a los animales que, en muchas ocasiones, encarnan la sensatez de la que carecen los hombres, presentados en su mayoría como bárbaros sin escrúpulos entregados al ejercicio de las armas. Un estilo muy particular en el que encontramos algunas de las directrices que llevaron a Berlanga a firmar algunos de sus mayores éxitos, como por ejemplo el uso de los comentados planos secuencia, el gran número de protagonistas en sus obras, o la fijación por la celebración y la comida. Una similitud que resulta insólita teniendo en cuenta las diferencias generales que observamos en sendas filmografías.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Peaky Boy
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