Un producto hecho para el lucimiento de Jay Baruchel (El Aprendiz de Brujo) que demuestra que lo hace bien y se siente cómodo como el principal protagonista de esta singular película. La premisa de la que parte el director y a la vez guionista Jacob Tierney, es sencilla pero especial: todo se limita a "copiar" la vida de Leon Trotsky y pasarla al contexto actual bajo la cara de un joven que se siente con poder para aglutinar masas sólo porque ha soñado con el líder soviético y porque se llama como tal. De esta forma expone la manera de crear una revolución a escala escolar, pero con la dificultad añadida de tener que lidiar con una masa social inmadura, individual y apática.
El mensaje que el director quiere mostrar es la de dar importancia a los jóvenes en la sociedad, una sociedad que en futuro dependerá de ellos y a los que quiere obligar a ver más allá. Y el instrumento es el iluminador, o lámpara de ideas, que representa Leon para esa generación falta de ambición futura. En definitiva, es una película divertida, con situaciones surreales a veces y con un personaje que llega a ser utópico, el propio Baruchel logra que sea tangible. Algo así como el propio comunismo del que hace gala el protagonista.