Estupenda película con continente y contenido. Un thriller ambientado en los 80 que durante sus dos horas de duración tiene la virtud de mantener al espectador pegado a la pantalla y no necesita de mucho ruido para conseguirlo, puesto que la intriga que pone sobre la mesa el director J.C. Chandor (Triple Frontera) se asemeja al estilo de grandes directores de los 70 como Sidney Lumet o el gran Coppola.

Con este buen precedente, de cine con regusto clásico, el director elije con acierto a sus protagonistas: unos imponentes Oscar Isaac (X-Men: Apocalipsis) y Jessica Chastain (El Caso Sloane) que devoran todo lo que hay en pantalla y hacen la película como propia. Como secundarios hallamos nombres como Albert Brooks (Drive) o David Oyelowo (Jack Reacher) que ponen su granito de arena en componer una película que tiene pinta de convertirse en un clásico de nuestro tiempo. Todo el conjunto se cohesiona bajo un relato frío, incómodo, de dureza contenida y a la vez de lucha constante en pos de conseguir por las buenas el sueño de una persona que empieza de cero en un negocio tan duro como el que tiene el personaje de Oscar Isaac. Así, el director nos obliga a mirar hacia el lado de la ley o el lado de la delincuencia y la violencia, poniendo en dicha tesitura al protagonista, atrapado entre los atracos a los que se ve constantemente sometido, la presión de la policía judicial y el deber con la familia. Ahí es donde el personaje de Chastain hace aparición con más fuerza, una protagonista oscura cuyas intenciones son más contundentes que las de su marido.

J.C. Chandor nos pone, en definitiva, ante la tesitura primordial de actuar bien o utilizar la fuerza bruta para alcanzar las metas primordiales de los personajes de un film frío, sereno pero a la vez furioso, de hechos contenidos pero de expresiones potentes. Con una capacidad singular de poner entre la espada y la pared a sus sufridos protagonistas, capaces de detentar poder para conseguir sus objetivos, pero que se esfuerzan por ser honestos en sus actos.