Desangelada producción francesa que viene a narrarnos un hecho que sucedió realmente (sí, a veces la realidad supera a la ficción) en torno al rapto del cadáver de Charles Chaplin. Ahí, la historia de la película pinta bien, pero a la hora de ejecutarla descalabra totalmente cual coche sin frenos cuesta abajo. Quizás lo más alarmante de esta película es la indecisión de encontrar el tono que se le quiere dar. Se describe como una comedia, pero a la hora de la verdad es un melodrama que hace poca gracia. Cuando un guión que se diseña principalmente para hacer reír es trasladado a la pantalla y surge algo que es todo lo contrario, algo falla en una de las dos partes. En este caso, el resultado viene a ser una historia que hace a sus protagonistas aún más perdedores de lo que son, lo que provoca en el espectador más pena por ellos que admiración. Además, estos personajes no logran enganchar y la trama rocambolesca se hace más inverosímil con el paso de los minutos.

Xavier Beauvois (De Dioses y Hombres) dirige sin apenas garra una película que con otro guión y otra visión podría haber resultado exitosa. Tiene una historia curiosa detrás, pero pasa sin pena ni gloria por las dudas de a qué género quiere encuadrar la trama y esto es lo que lastra el resultado final. Quiere ser comedia, pero apenas hay rastro de ella y en el drama que se genera tampoco encontramos un patrón sólido. En cuanto a las actuaciones, mencionar que es lo mejor de esta cinta endeble, con el siempre cumplidor Benoît Poelvoorde (El Embolao) y Roschdy Zem (Cuenta Atrás) como la pareja protagonista de ilusos y con secundarios como Chiara Mastroianni (Los Canallas) y Peter Coyote (E.T.). Por lo demás, poco más que decir. Cinta rutinaria con una buena idea que fracasa a la hora de ponerse en faena, sin gracia y con muchas dudas de adónde quiere llevar al espectador.