Thriller argentino que trata de sustentarse en el peso interpretativo de Viggo Mortensen (Green Book) para sacar adelante una trama poco creíble que deja muchas preguntas en el aire sin responder y que parte de un personaje inconexo sin un objetivo concreto que decide cortar con su pasado más reciente para abrazar de nuevo su pasado más lejano. Con esa falta de objetivo en el devenir de la historia de la película, la directora y a la postre guionista Ana Piterbarg se presentó con esta opera prima en el largo mostrando una buena puesta escenográfica y con la presencia del internacional Viggo. Pero cojea en un desarrollo aburrido y a veces sinsentido en que el protagonista cae hasta mal, no sé si quería crear un antihéroe, pero sólo se queda en anti: anti-escrúpulos, anti-novia, anti-ética, anti-niños. Todo es forzado en la cinta, exceptuando al propio Mortensen en un buen doble papel y la genial Soledad Villamil (El Secreto de sus Ojos), totalmente desaprovechada en esta historia tan extraña y, paradójicamente, sin plan alguno, sólo el que le da título a la película; no en vano, todo parece improvisado sobre la marcha, hasta las motivaciones del personaje principal que se lanza a una huida hacia adelante sin cuartel.
Lo que deja es un buen apartado técnico pero hueco en su mensaje e historia. Lástima, porque Viggo da para más... Y ha puesto dinero para ello.