La adaptación al cine de la novela de Paolo Giordano no ha sido tan acertada como la propia novela de cara a su público. Quiere abarcar demasiados conceptos e ideas y sale como resultado una película caótica y desangelada. Lo de caótica en parte tiene culpa el desastroso montaje que no acierta a dar con la tecla de los diferentes saltos temporales (y errores de bulto como decir que la Play Station ya existía en 1994) con los que nos brinda la cinta. Desangelada por la frialdad que nos aportan algunos personajes, demasiado metidos en el drama que quieren interpretar que apenas vemos un ápice de cambio en su registro a lo largo de la película. A pesar de esto, no hay que desmerecer algunas interpretaciones, como la de la Alice adolescente encarnada por Arianna Nastro o, un poco por debajo, Alba Rohrwacher (Lazzaro Feliz) como la Alice adulta.
El director, Saverio Costanzo (La Amiga Estupenda), se empeña en crear una película personal pero acaba siendo más impersonal de lo que quería: demasiado fría y alejada del drama central para mostrarnos largas escenas sin diálogo, con una música estridente que para nada pega en la situación (más adecuada para cintas de terror) y una duración extensa que la convierte en un claro ejercicio de cine anodino provocado por ese interés de ampliar o explayarse en la soledad y el drama humano que está más que patente en su historia.