Dotada de una crudeza descarnada, pero a la vez de una luz interior poco común en este tipo de producciones, Alabama Monroe presenta un drama dividido en fases temporales muy bien intercaladas y montadas. Radica aquí uno de sus puntos fuertes, siendo capaz de no volver loco al espectador con los cambios en los tiempos en que se va narrando una compleja historia de amor y desamor.
Felix Van Groeningen (Beautiful Boy - Siempre Serás mi Hijo) co-escribe y dirige esta desgarradora historia con un buen control del tempo y con un sabio manejo del rol de sus actores, dando el peso a la pareja principal del filme: una soberbia Veerle Baetens (Tabula Rasa - serie de TV) capaz de dominar la pantalla con su sola presencia y ese aire de inocencia, seguridad y fragilidad en una sola persona; y un estupendo Johan Heldenbergh (La Casa de la Esperanza), como un sincero y agrio personaje. Singulares personalidades que se cruzan para regalar unas interpretaciones de altura, una chica tatuadora y religiosa y un hombre amante de la música country americana, que toca el banjo con su banda belga y que es ateo. Sin dudas, una mescolanza la mar de curiosa lo que hace que se visione esta cinta en algunos momentos hipnótica, llena de desesperanza, pero con una música singulaar que parece que ilumina la propia oscuridad que en muchos momentos se cierne sobre la película y la historia que narra en primer plano.
Es esta una obra no opta para cualquier público por su dramatismo, pero que es capaz de quedarse en la retina por sus interpretaciones fantásticas, su gran música y por su manera de narrar la tragedia como pocas veces se hace. En su contra, quizás la propia historia es manida, la llegada de la depresión, la ruptura consabida... Pero es la manera de contarlo lo que sube su calibre y ver que es una película pequeña pero bien narrada, de Bélgica, un país poco conocido por aquí cinematográficamente salvo porque es el país donde vio la luz el amiguete Jean Claude Van Damme. Al final, todo esto es lo de menos.