Es una secuela de La momia (1999), que sigue las aventuras de Rick O’Connell (Brendan Fraser), su esposa Evelyn (Rachel Weisz) y su hijo Alex (Freddie Boath) en el año 1933, cuando se enfrentan a la resurrección de la momia del sacerdote egipcio Imhotep (Arnold Vosloo) y al despertar del Rey Escorpión (Dwayne Johnson), un antiguo guerrero que hizo un pacto con el dios Anubis.

Tiene un ritmo trepidante, con muchas escenas de acción, efectos especiales y humor. Sin embargo, también tiene algunos problemas, como un guion poco original, personajes planos, situaciones forzadas y una trama confusa. Parece más interesada en mostrar espectáculo que en desarrollar una historia coherente y emocionante.

Tiene algunos momentos divertidos y entretenidos, pero también se hace repetitiva y predecible. Los actores cumplen con sus papeles, pero no tienen mucha profundidad ni carisma. El villano principal, Imhotep, pierde parte de su misterio y amenaza al convertirse en un personaje más humano y sentimental. El Rey Escorpión tiene muy poca presencia y su diseño digital es poco convincente.

Es una aventura palomitera que puede gustar a los fans de la primera parte o del género, pero que no ofrece nada nuevo ni memorable. Es una película que se deja ver, pero que no deja huella.