Blackthorn no es un western al uso, aunque en ocasiones, sobre todo en los flashbacks, pueda parecerlo. Como sabéis cuenta la historia de Butch Cassidy, que después de huir a Bolivia dado por muerto, en contra de la versión de la película de dos hombres y un destino, se dedica a criar caballos en un pequeño rancho.

Mateo Gil nos habla del bien y del mal, y de lo difuminados que están a veces sus límites. Los malos no son tan malos, y los buenos son, en ocasiones más malos que los malos. De cómo cambian a las personas los años, de lo que es importante en la vida, de la nostalgia del pasado y lo difícil que es cambiar. Presenta a Butch Cassidy como un forajido que está de vuelta de todo, y que busca volver a su país para poder ver a su sobrina, que es lo último que le queda de la época en que fue joven.

La historia se desarrolla con ritmo constante, aunque al principio pueda parecer lenta, no hay ningún momento de bajón en su recorrido. No es una película de acción, así que no hay demasiados tiroteos, y no duran mucho.

El toque de originalidad lo pone la mezcla de vaqueros con nativos de Bolivia, dentro de unos paisajes espectaculares y desérticos. Para mí, lo mejor de la película, a parte de las localizaciones es la fotografía. También los actores protagonistas están muy correctos, destacando, aunque no me guste demasiado, Eduardo Noriega.

En general es una película entretenida y con una historia original pero tampoco es nada del otro mundo. Si la veis no os vais a arrepentir pero tampoco tengáis demasiadas expectativas.