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Voto de Argoderse:
10
Bélico. Drama Narra la historia de Desmond Doss, un joven médico militar que participó en la sangrienta batalla de Okinawa, en el Pacífico durante la II Guerra Mundial, y se convirtió en el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso. Doss quería servir a su país, pero desde pequeño se había hecho una promesa a sí mismo: no coger jamás ningún arma. (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2016
37 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mel Gibson es uno de los directores más controvertidos de Hollywood. Y todo porque Gibson se moja por defender y predicar en pantalla aquello en lo que cree y siente. Sin disfraces ni artificios, el cineasta australiano sale a pecho descubierto en todas sus películas. No tiene nada de políticamente correcto y claro, eso a un sector pusilánime de la sociedad -generalmente anti todo con lo que tenga que ver con la religión y posicionamientos más conservadores- le molesta.

Por eso esperaban con ganas su último trabajo hasta el momento, Hasta el último hombre, para cargar nuevamente contra Gibson, a quien su vida privada le ha jugado alguna que otra mala pasada. Ese pelotón de fusilamiento 'progre' estaba esperándole para clavar el último clavo en su ataúd mediático. Pero no ha podido ser, a pesar de que llevaba diez años sin dirigir desde Apocalypto.

Hasta el último hombre tiene dos partes bien diferencias y ambas con sus singularidades. En la primera se nos presenta al protagonista, la forja de sus ideales y su entorno. Desde una familia marcada por la Primera Guerra Mundial -brutal y desgarradora la interpretación de Hugo Weaving-, hasta la fase de instrucción en el ejército, pasando por un episodio romántico que nada desentona y que protagonizan un irresistible Garfield y la atractiva Teresa Palmer -una sonrisa angelical que ni la mismísima Scarlett Johansson-

Y en todos estos pequeños episodios que se recomponen en la gran película facturada por Gibson brillan sus actores. Si lo de Garfield y Weaving es de escándalo, no andan distanciados Vince Vaughn, Sam Worthington y Luke Bracey. Cada uno magnífico en su rol y aportando minutos de calidad en secuencias que nos preparan para la tormenta que está a punto de estallar.

Porque la segunda parte de Hasta el último hombre es una de las recreaciones bélicas más reales y salvajes que se han rodado en lo que va de siglo. Mel Gibson con su cámara plasma la crudeza del frente oriental y concretamente de la batalla de Okinawa, donde Desmond Doss se alzó como un héroe titánico.

El trabajo de Gibson no se entiende sin su religión y espiritualidad. Él tiene su visión, su idea y en todo momento este leitmotiv está presente en el ambiente. Como Dios. Y no se le puede reprochar porque lo hace de una forma tan brillante que sucumben hasta sus detractores. El propio Doss es un ejemplo de ello y Andrew Garfield, por su aspecto físico y talento natural sabe captar el mensaje del cineasta australiano, a caballo entre la acción de Salvar al Soldado Ryan y el alma de La delgada línea roja.

La paradoja de Hasta el último hombre radica en este aspecto clave en el cine de Gibson. La cinta es todo un alegato por la recuperación de la espiritualidad, contra la guerra y la violencia del ser humano. Pero esta, a su vez, es inherente e innata, porque el mundo que rodea al hombre es, desgraciadamente, violento y en él tiene que desenvolverse. Sin embargo, de cuando en cuando se manifiesta la bondad divina en un individuo como Doss, que hace posible lo imposible -no convierte el agua en vino, pero es capaz de otros ´milagros', y escenas auténticas hay unas cuantas-.

Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine
Argoderse
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