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Voto de Argoderse:
8
Thriller. Drama Desesperado por salvar a su mujer, Willard Russell convierte sus oraciones en un sacrificio. Las acciones de Russel llevan a su hijo Arvin a pasar de ser un niño que sufre abusos en el instituto a convertirse en un hombre que sabe cuándo y cómo ha de pasar a la acción. Los acontecimientos que se dan lugar en Knockemstiff (Ohio) desatan una tormenta de fe, violencia y redención que se desarrolla a lo largo de dos décadas.
6 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diablo a todas horas, disponible desde hace semanas en Netflix, es de esas películas cuyo título da directamente en el clavo. El director Antonio Campos se ha rodeado de una pléyade de actores, para adoptar la sórdida novela de Donald Roy Pollock, que además es el narrador durante todo el filme. Un conglomerado de personajes, que se baña en el lodazal que representa, a lo largo de dos décadas, el pueblo de Knockemstiff (Ohio).

Knockemstiff es una especie de vórtice en el que se arremolina la corrupción, la lujuria, la ira y la depravación. Varios personajes de distintas generaciones pululan alrededor del mal, sobre el que se asienta este municipio. Se empapan de roña y protagonizan historias muy truculentas. Algunas, realmente miserables.

El diablo a todas horas se convierte así, en una suerte de película dividida en varias historias independientes, que siempre tienen una conexión: Knockemstiff, y donde los pobres desgraciados dan rienda suelta a sus mezquindades, movidos a través de hilos invisibles por ese gran farsante, que es Satanás.

Como dice uno de sus protagonistas, Willard, al que da vida un fantástico Bill Skarsgård (It, Atómica), "este pueblo esta lleno de hijos de la grandísima puta". En esa dualidad del bien y el mal, a este ultimo ya le conocemos, pero el primero también va a mostrar su rostro. Y lo hará en la piel de Arvin, el hijo de Willard, cuyo traje le sienta como un guante a Tom Holland. El último Spiderman da un paso de gigante para afianzar su madurez interpretativa, en un papel con muchos matices y donde el pasado está siempre reñido con el presente.

Esta cara del bien, sin embargo, no es cándida en absoluto. Para hacer frente al mal tiene que bajar al barro, mancharse también de miseria, jugar con las mismas cartas que los demonios disfrazados de humanos. Con tramposos hay que ser tramposos, y con los hijos de puta, más todavía. Todo eso, en El diablo a todas horas, se desarrolla con mucha paciencia y siempre bajo el control del director.

Antonio Campos nunca pierde el pulso ni el ritmo de la obra. Tiene bien sujeta las riendas para que la cinta no se desboque. Construye un todo donde la violencia y la acción se camuflan entre el drama, saliendo a la superficie en el momento justo. Es un trabajo donde no falta el sexo, siempre implícito, nunca explícito. Pero un sexo violento, sin amor. De hecho esto último, el amor, se encuentra en los matices de Tom Holland y la inocencia de quienes le rodean: su abuela y su hermanastra.

Realmente es en los personajes femeninos, salvo excepciones (Riley Keough), donde se encuentra la salvación posible de los humanos. También es algo que no se ve, lo sientes y sabes que está ahí. Una singularidad que flota en toda la trama y que es utilizada por el cineasta portugués desde la madurez y no la condescendencia.

Como decía Skarsgård, e insisto, "esto está lleno de hijos de la grandísima puta"; y ahí, tanto Robert Pattinson (su crecimiento es espectacular) como Jason Clarke, Sebastian Stan o Harry Melling dan todo de sí mismos para bordar a sus malnacidos personajes. Desde depravados reverendos, a asesinos en serie o policías corrompidos, ellos son los esbirros del demonio que pudren a Knockemstiff.

Todos estos personajes, junto a la estética y la fotografía de ese medio oeste americano que presenta Ohio, o la brillante música de Danny Bensi y Saunder Jurriaans, más el tratamiento de la religión, no como algo espiritual y trascendental, sino de lucha entre iguales, me recuerda mucho a la magnífica serie Carnivàle.

El trabajo de Antonio Campos es verdad que está desposeído de todo ese misticismo y milagros de la serie circense, pero en su conjunto, no deja de ser una hermana pequeña que, si uno está atento entre los flashback y atiende a las conexiones entre las historias, acaba por disfrutar. Una grata sorpresa que se encuentra buceando entre el amplio catálogo de Netflix.

Más datos sobre esta y otras películas en www.argoderse.com
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Argoderse
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