Haz click aquí para copiar la URL
Voto de CahiersDC:
8
Drama Con las crecidas de primavera, el río Enguri se precipita sobre las tierras bajas de Kolkheti y, antes de lanzar rocas y limo al mar, las acumula aquí y allá en medio del río. En pocos días, incluso de la noche a la mañana, de estos escollos nacen grandes islas, cuyo suelo es rico y fértil. Un anciano de Abjasia y su joven nieta deciden plantar maíz en una de esas islas. Pero los soldados georgianos andan cerca. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencemos por lo básico: Corn Island no es una película para todos los públicos. Con esto no quiero decir que haya que ser un versado en la historia del cine para disfrutar o sacar algo positivo de la película, ni mucho menos, simplemente señalo que es un género diferente y que, como ocurre en otros ámbitos artísticos, no suele ser del agrado de la masa. ¿Es el cubismo arte? Sí. ¿Se puede disfrutar con Braque al igual que con Velázquez? Sí. ¿Me va a decir mi madre que un cuadro de Picasso también lo puede hacer ella? Pues eso.

Por favor, e insisto en esto, que nadie piense que por “entender” este género estoy insinuando algún tipo de superioridad intelectual con respecto al que no lo hace o, simplemente, no le gusta, si más. Es una forma de expresión cinematográfica diferente a la que estamos acostumbrados a ver en cartelera, de ahí su más que probable indiferencia por parte del gran público. Nada más. Recuerden: para gustos, los colores.

Tras el exordio (es broma, he buscado un sinónimo de prólogo en internet y me ha salido este bonito palabro) vamos a comentar algunas cosillas.

Corn Island dura cien minutos; en apariencia no ocurren muchas cosas, sobre todo al comienzo de la misma –planteándonos nuestra existencia en repetidas ocasiones mientras–, pero según avanza la narrativa esas cosas que no veíamos porque estábamos en la superficie comienzan a salir (o nosotros a entrar) y ahí es cuando Corn Island nos revela su naturaleza. Esto podría ser una bonita metáfora de la propia isla donde todo tiene lugar, verdadera protagonista cíclica de la historia.
Se habla poco y la música brilla por su ausencia, pero ni falta que hace. Es más, es posiblemente lo mejor –y más característico– del metraje. No creo que haya logrado empatizar JAMÁS de la manera en la que lo he hecho aquí. La sobriedad, tan bien llevada, que impera en Corn Island es un caldo de cultivo que da lugar a una atmósfera, por momentos cruda que, con tan poco, en apariencia, nos hace sumergirnos en la vida de sus protagonistas. No somos meros espectadores, somos uno más.

Si hacen un esfuerzo y aceptan lo que propone van a disfrutar, pero de otra forma diferente. Es un placer trascendente, simbólico, conceptual, como quieran llamarlo, que se aleja de lo que solemos ver anunciado. Nos invita a reflexionar, porque es imposible no hacerlo. Si, por poner un ejemplo, la maravillosa Mad Max no nos permite ni un segundo de respiro, Corn Island nos deja a nuestras anchas por la isla para que, como si de un peripatético filósofo se tratase, meditemos. La tormenta y la calma.
CahiersDC
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow