Infame apología del statu quo estadounidense que desdibuja de la manera más pretenciosa posible una cultura como la iraní, que en esta película queda reducida a un puñado de exotismo, simpleza psicológica y maniqueísmo del todo insultante. Ben Affleck practica, con este aburrido producto, una metafórica y extraordinaria fellatio al imperio yankee, aprovechando la coyuntura política, y el lobby judío no ha tardado en premiar tan cachonda propaganda con todo tipo de estatuillas y galardones, como era de esperar. Un insulto más por parte de Hollywood a los países de Oriente Medio, cuyos personajes siempre aparecen como malvados descerebrados sin ningún matiz, y al otrora noble espíritu del arte cinematográfico, vendido a los intereses mediáticos de los dueños del tinglado.