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Voto de kikujiro:
8
6,6
635
Drama. Romance
Pavel no puede aguantar más: decide contarle a Vera que no puede vivir sin mirarla como lo hizo cuando la conoció en una boda reciente. Ella le confiesa que también lo miró, aunque no sabe por qué. Entre ellos ocurre entonces algo inesperado, algo que nunca antes habían conocido, algo que ni siquiera pueden entender. Vera vive con Valery, su marido, y con su hija pequeña Masha, en un pueblo remoto y ruinoso en las inmensas estepas a ... [+]
6 de agosto de 2007
37 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para su primera incursión en el cine, el debutante Ivan Vyrypaev (prestigioso dramaturgo ruso) ha elegido como escenario la impresionante estepa rusa. Pero el paisaje se convierte en mucho más que un simple marco donde desarrollar la acción. Los personajes actúan profundamente marcados por la vastedad que los rodea, y por el aislamiento al que se ven abocados. Entre ellos, Vera (arrebatadora Polina Agureyeva), una mujer atrapada en la inmensidad, y que notamos minúscula e insignificante. Casada, con una niña, y sin más compañía que su familia, y una pareja de ancianos vecinos. Alrededor sólo una enorme extensión de tierra. Pero surge la pequeña chispa que hará cambiar su vida. Una chispa encendida por Pavel, al que conoció en una boda (sólo mediante miradas), y que se aferra a Vera como su única oportunidad para escapar de su (intuimos) opresiva vida.
La historia de amor que se desencadena es apasionante y apasionada. Algo incontrolable, espontáneo, irracional... Dos personas que no han sentido en su vida nada remotamente parecido a lo que están viviendo. Por supuesto, no tienen ni idea de cómo enfrentarse a ello. La única opción es seguir sus instintos, moverse por impulsos, empujados hacia el abismo por la perentoria necesidad de escapar, de amar, de sentir, de estar vivos. Arrastrados a una huida hacia delante, mágica y trágica, a la vez.
(sigue abajo, sin spoiler)
La historia de amor que se desencadena es apasionante y apasionada. Algo incontrolable, espontáneo, irracional... Dos personas que no han sentido en su vida nada remotamente parecido a lo que están viviendo. Por supuesto, no tienen ni idea de cómo enfrentarse a ello. La única opción es seguir sus instintos, moverse por impulsos, empujados hacia el abismo por la perentoria necesidad de escapar, de amar, de sentir, de estar vivos. Arrastrados a una huida hacia delante, mágica y trágica, a la vez.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Toda la película posee una inusual belleza. Obviamente, las localizaciones escogidas tienen mucho que ver en esta deslumbrante hermosura. Pero el mérito del autor radica en su forma de filmar esta historia. Todo el filme está impregnado de un ligero tono poético, pero nada petulante. Acostumbrados a la pretenciosidad que se instala en determinados autores a la hora de introducir la poesía visual en sus obras, se agradece la agradable y sencilla poesía de Vyrpariev. Tampoco me quiero olvidar de la maravillosa música. Una banda sonora conscientemente omnipresente y a la que le gusta el subrayado. Aun estando en el límite de lo permisible, el efecto termina siendo hipnótico y embriagador. A lo que también ayuda un excelente uso del montaje, con el que, a veces, corta de forma brusca el exceso musical, dando así el necesario respiro para evitar la saturación. Otra veces, sin embargo, el montaje sirve para encadenar varios fundidos con exquisita suavidad. Una constante en este trabajo, el contraste y la convivencia entre lo brusco y lo delicado, entre lo desgarrador y lo armonioso.
Esta hermosa tragedia, llena de fuerza, supone un notable debut de este director, al que habrá que seguir en el futuro. Podríamos situarlo dentro de esa especie de constante en el cine ruso, en la que se explora todas las posibilidades de las relaciones hombre-naturaleza. Y aunque, de alguna u otra forma, está emparentado con los Tarkovsky, Soukurov o Zvyagintsev, también es cierto que hay un alejamiento en su forma de hacer cine (mucho más vitalista y explosivo) con respecto a los demás. Es innegable que posee una mirada propia, en la que destacaría su desbordante energía. La cual, si aprende a canalizar bien, puliendo algún que otro defecto propio del primerizo, puede reservarnos grandes momentos en el futuro.
Esta hermosa tragedia, llena de fuerza, supone un notable debut de este director, al que habrá que seguir en el futuro. Podríamos situarlo dentro de esa especie de constante en el cine ruso, en la que se explora todas las posibilidades de las relaciones hombre-naturaleza. Y aunque, de alguna u otra forma, está emparentado con los Tarkovsky, Soukurov o Zvyagintsev, también es cierto que hay un alejamiento en su forma de hacer cine (mucho más vitalista y explosivo) con respecto a los demás. Es innegable que posee una mirada propia, en la que destacaría su desbordante energía. La cual, si aprende a canalizar bien, puliendo algún que otro defecto propio del primerizo, puede reservarnos grandes momentos en el futuro.