Sam Mendes va bajando la calidad de sus trabajos a medida que pasan los años. Desde la insuperable “American Beauty”, pasando por la estimable “Camino a la perdición”, hasta llegar a “Jarhead”, película definitivamente menor.

Pero no pretendidamente menor. Las pretensiones son de película grande. El tema: La 1ª Guerra del Golfo. El esfuerzo de producción: tremendo. Todo encaminado a hacer una obra importante. Una fotografía sobresaliente del portentoso Roger Deakins (no podía haber encontrado Mendes mejor sustituto para Conrad L. Hall), una música brillante y, sobretodo, muy bien utilizada (nada que ver con la selección musical, una maratón de canciones rockeras que acaban por cansar). En general, un acabado técnico impecable e intachable. Al fin y al cabo, no estamos hablando de un cualquiera, hablamos de un cineasta que sabe hacer.

Lo que no ha sabido hacer tan bien es dotar de sentido toda esa excelencia técnica. La película se pierde, se dispersa y se difumina con demasiada facilidad. El espectador no sabe muy bien a donde quieren llevarlo. Bueno sí, lo que se quiere mostrar está claro: el embrutecimiento del ejército, y más concretamente de los marines; y las escasas luces de sus miembros. Al contrario que la mayoría de películas bélicas, aquí no hay lucha interior del soldado preguntándose por el sinsentido de la guerra. Aquí, el soldado es un ser que no se pregunta nada, y cuya única preocupación es matar a un enemigo, que para eso están allí.

Pero para explicar eso, bastan dos secuencias. La primera el homenaje a “Apocalipsis Now” (único buen homenaje cinéfilo en “Jarhead”, porque el homenaje-plagio de “La chaqueta metálica” clama al cielo). La segunda, la secuencia clímax.

Dos magníficas secuencias, con la que ya está todo contado. El resto, no son más que lugares comunes dentro del cine bélico; detalles que no aportan nada ni al género, ni a la película en cuestión; tramas y subtramas que se pierden en vericuetos que no interesan a nadie...

Por todo ello, esta es una película menor. Porque de las dos horas, sólo media (siendo generoso) llega a la altura del cine que es capaz de hacer este magnífico realizador. Sam Mendes está empezando a caer peligrosamente en la dinámica de hacer películas cada vez más perfectas técnicamente, pero cada vez más imperfectas en su contenido. Y a alguien como a él, hay que exigirle más. Mucho más.