EL cine asiático tiene estas cosas. A veces sorprenden con buenas historias originales que son tan diferentes de nuestra cultura occidental que apasionan. No es el caso de esta película.

Es la película lost in translation asiática. Tiene todas las características de las películas que odio. Un ritmo lento, muy lento. Planos eternos que no se acaban nunca, que dan ganas de dormir. Sobre las películas lentas siempre digo lo mismo, tienes que ver como el protagonista mira un minuto por la ventana y sentir todos los sentimientos que fluyen en su interior mientras mira al infinito. Diálogos sin contenido. De hecho creo que ninguno de los protagonistas enlaza más de dos frases seguidas. Se entienden gran parte a través de monosílabos. Todo esto acompañado de una música adormecedora, que parece una nada diciéndote "duermete niñooo duermete yaaaaa".

La mejor crítica de la película la hace el propio cartel que pusieron en los cines. Nunca un cartel definió más a la perfección el argumento de una película.